El regreso de Martin Guerre

15/05/2017 Comentarios desactivados en El regreso de Martin Guerre

Natalie Z. Davis, El regreso de Martin Guerre, Traducción de Helena Rotés, Antoni Bosch editor, 1984

«Yo vi en mi infancia un proceso que Coras (magistrado tolosano) hizo imprimir, de una naturaleza bien rara: tratábase de dos hombres que se presentaban uno por otro. Recuerdo del caso solamente, y no me acuerdo más que de esto, que aquel auxiliar de la justicia convirtió la impostura del que consideró culpable en tan enorme delito, y excediendo de tan lejos nuestro conocimiento y el suyo propio que era juez, que encontré temeridad singular en la sentencia que condenaba a la horca a uno de los reos. Admitamos alguna fórmula jurídica que diga: «El tribunal no entiende jota en el asunto», con libertad e ingenuidad mayores de las que usaron los areopagitas, quienes hallándose en grave aprieto con motivo de una causa que no podían desentrañar, ordenaron que las volvieran pasados cien años.» (Michel de Montaigne, Ensayos, tomo III, 11, «De los cojos»)

La mentira siempre llega a la pata coja (proverbio antiguo)

Aunque es un libro de investigación histórica, encuentro en él mayor valor literario que en la novela sobre el mismo asunto de Janet Lewis La mujer de Martin Guerre. Llamo valor literario a la capacidad de construir verdades posibles, no a la utilización de los habituales recursos literarios para hacer descripciones utilizando imágenes sorprendentes y sugerentes metáforas. No hace esto último la historiadora, pero nos ofrece un relato magníficamente construido en el que todos sus protagonistas, Martin Guerre, Arnaud du Tilh, Bertrande de Rols, Pierre Guerre, el juez Jean de Coras e incluso Michel de Montaigne son analizados a fondo: sus intereses, motivaciones, preocupaciones, estrategias… Además es un relato bien documentado en las fuentes originales existentes. La autora estudió y analizó en profundidad las publicaciones existentes sobre el asunto, fundamentalmente el relato que hizo el propio juez, Jean de Coras, publicado en 1561 y reeditado posteriormente en varias ocasiones (1565, 1572) con algunos cambios y añadidos, y el de Guillaume Le Sueur publicado en 1560, así como una numerosa bibliografía editada posteriormente. Pero no se ciñe exclusivamente a los relatos publicados sino que va más allá y, como buena historiadora, se recorrió diversos archivos en los que encontró informaciones de todo tipo sobre los protagonistas y sobre su entorno más cercano: el pequeño pueblo de Artigat, la diócesis de Rieux y el parlamento de Toulousse, además de todo aquello que pudiera dar noticias sobre el origen vasco de la familia Guerre, que tras su instalación en Artigat, aún conservaba propiedades en Hendaya.

Bertrande de Rols, la mujer de Martin Guerre, no aparece aquí como una mujer preocupada casi exclusivamente por su honor y por el sentimiento de encontrarse en pecado, tal como puede desprenderse de la novela de Janet Lewis, sino que se nos presenta como una mujer inteligente que desarrolla una complicada estrategia para conseguir algo que no logra finalmente, aunque no sale tan mal parada. Su objetivo, tal como se desprende de la documentación y como nos lo presenta la autora, podría haber sido conseguir que Martin Guerre (el  supuesto impostor) fuera absuelto del delito de impostura y usurpación de identidad y por tanto reconocido como el auténtico Martin Guerre para de esta forma poder seguir viviendo unida en matrimonio a él, con su honestidad a salvo. No consiguió ambos objetivos, pero sí, al menos, el segundo de ellos: Arnaud du Tilh fue ejecutado en la horca, pero la honestidad de Bertrande de Rols quedó a salvo.

En cualquier investigación histórica, por muy bien documentada que esté, siempre caben muchas interpretaciones y al final siempre nos queda la duda de dónde está la verdad. ¿Cómo aconteció en realidad? ¿Aconteció? Arnaud du Tilh fue colgado por haber usurpado la identidad de Martin Guerre. Esta parece una de las conclusiones a la que, al igual que el juez Jean de Coras, llegamos los lectores de esta historia prodigiosa. La prueba concluyente fue que en el último momento apareció el auténtico Martin Guerre con su pata de palo… Pero también podría ser que fuera este último el impostor y que por tanto el ahorcado fuera el auténtico Martin Guerre. Hacia el final del libro, la autora nos recuerda un viejo proverbio que dice que la mentira siempre llega a la pata coja. Siempre nos quedará la incertidumbre. Montaigne lo decía en su ensayo «De los cojos«: ¡A tal punto nuestra incertidumbre lo envuelve todo, y tanto nuestra percepción es grosera, obscura y obtusa!»

El interés por el caso de Martin Guerre me surgió a partir de la lectura del libro de Leonardo Sciascia, La sentencia memorable, que trata sobre el mismo.

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