La muralla china

25/03/2017 Comentarios desactivados en La muralla china

Franz Kafka, La muralla china, Traducción de Alberto J.R. Laurent, Obras completas, tomo IV, Visión Libros, 1983

«En el más memorable de todos sus relatos —“la construcción de la muralla china”, 1919—, el infinito es múltiple: para detener el curso de ejércitos infinitamente lejanos, un emperador infinitamente remoto en el tiempo y en el espacio ordena que infinitas generaciones levanten infinitamente un muro infinito que dé la vuelta a su imperio infinito.«

Jorge Luis Borges

“Trata de comprender con todas tus fuerzas las órdenes de la Dirección, pero sólo hasta cierto punto: luego, deja de meditar”.

Franz Kafka, La muralla china (1917).

 

Una reflexión sobre el poder, los mecanismos de la sumisión, las creencias y las formas de conocimiento, en el irónico estilo habitual de Kafka. Borges detectó dos obsesiones en la obra de Kafka: la subordinación y el infinito. Ambas quedan patentes en este relato.

La muralla china y otros relatos

«La ironía kafkiana comienza por la aparente disimetría entre la obra y la vida del propio Kafka. Recordemos que éste siempre se mantuvo a distancia de la vida gregaria, y esa distancia se juega en la escritura, la soltería y su singular sensibilidad. ¿Por qué, entonces, en la singularidad de su escritura, Kafka construye vidas ficticias que sólo buscan adecuarse a un orden gregario, siendo el propio orden quien se los impide? 

En esta operación hay ironía. Kafka se afirma al escribir, y escribe sobre cómo se va tornando inconcebible afirmarse en un sistema cerrado. Contrasta el espacio de libertad de que goza en la escritura con la imposibilidad de ese espacio en el mundo que narra. Paradoja de quien se libera narrando la muerte de la voluntad misma por liberarse. 

Pero con sus personajes Kafka ironiza. A través del drama en que aquéllos sólo quieren ser acogidos por el poder, van rasgando, casi accidentalmente, la fina capa de racionalidad que el poder pretende exhibir. No es la destreza sino la torpeza del protagonista lo que pone en evidencia el fondo arbitrario en que se funda el poder. Tanto tropieza al desandar los pliegues de la ley, que en su tropezar desciframos la discrecionalidad del sistema adherida a esos mismos pliegues.

Así Kafka sorprende al poder del sistema por el reverso: no combatiéndolo sino inventando el drama de quien sólo reclama ser aceptado por las reglas absolutas del sistema, y en ese reclamo fracasa. No hay una conciencia lúcida que desmonte el alcance despótico de un sistema totalitario, sino un parásito que, queriendo dejar de serlo, revela a pesar suyo el mundo de parásitos que el sistema produce para ejercer su poder. La ironía consiste aquí en invertir el efecto, colocar la fuerza de la interpelación en el drama de lo involuntario, hacer más patético el fracaso en quien no tiene la menor intención de devenir héroe frente a un poder que lo excluye de su rebaño. 

La razón irónica extrovierte extremando. Exagera lo típico hasta tornarlo tan real como inverosímil. Parodia el engaño generado por el sistema (esa supraverdad fundada en una ficción), llevando ese mismo engaño a su máxima expresión. Muestra un mundo demasiado natural en su despoblamiento de contenido. Pone en evidencia la naturaleza del poder sintonizándose con la desproporción que ese poder hace de sí mismo. Usa el poder de lo absurdo para revelar lo absurdo del poder.  Replica, mediante la exageración irónica, la automitificación que el poder hace para prodigarse. Exagera el mito del poder, pero al hacerlo invita al poder a consentir en su carácter de mito.»

Martín Hopenhayn, Crítica de la razón irónica, Buenos Aires, 2001

 

Bibliografía:

-Carlos Rojas, «Escritos sobre la muralla: Benjamin, Kafka, Borges y el imaginario chino»

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