Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce

06/02/2019 Comentarios desactivados en Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce

Roberto Bolaño & A. G. Porta, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce seguido de Diario de Bar, Acantilado, 2006

En cubierta: Joyce, Bolaño, Porta y Morrison posan para la prensa, 1984. Collage de Núria Martí y Walter Guimarâes, a partir de una fotografía de Carolina López.

Este es el fin, hermoso amigo
Este es el fin, mi único amigo
El fin de nuestros planes elaborados
El fin de todo lo que crece
El fin
Sin seguridad ni sorpresa

Jim Morrison

Stephen Dedalus, malhumorado y con sueño, apoyó sus brazos sobre el último escalón y contempló fríamente la gorgoteante y meneadora cara que lo bendecía…

James Joyce, Ulises

 

Decía, a quien quisiera escucharme, que no esperaba nada, que era una manera de encubrir que lo esperaba casi todo, que a su vez era vivir en el error y en el crimen.

Mario Santiago Papasquiaro, un mexicano infrarrealista amigo de Bolaño, es el autor del poema titulado Consejos de un discípulo de Marx a un fanático de Heidegger, dedicado, entre otros, a Roberto Bolaño.

Jim Morrison es un poeta que rompe con la tradición de la poesía utilizando el rock. James Joyce cuando escribe “Ulises” rompe deliberadamente con la tradición de la novela del siglo XIX. Ambos son irlandeses. En la novela de Bolaño y A.G. Porta los escritores, que también rompen deliberadamente con muchas tradiciones, se confunden con los protagonistas de sus historias que, a la vez, son escritores que se confunden con los protagonistas de sus historias… No se sabe quién es el discípulo de Morrison y quién el fanático de Joyce. Quizá todos sean todo. Y los consejos más que darse se piden…


Algunos fragmentos:

p. 19:
“Comprendí que me había arruinado y eso ya era un éxito.”

p. 20:
“… retomé una historia, cuento largo o novela corta, siempre inconclusa: Cant de Dèdalus anunciant fi.”

p. 21:
“Decía, a quien quisiera escucharme, que no esperaba nada, que era una manera de encubrir que lo esperaba casi todo, que a su vez era vivir en el error y en el crimen.”

p. 39:
“Creo que por entonces leí un artículo de Günther Grass que traía la Nueva Estafeta, titulado ‘La carrera contra las utopías’ o algo parecido.”

p. 61:
“¿Ha leído usted a Sylvia Plath?”

Sylvia Plath, Autorretrato

p. 72:
“Estábamos llegando cuando recordé a Belmondo en A bout de souffle y me puse a imitarle mientras conducía…”

p. 95:
“La escena la había tomado de una de las Crucifixiones Rosadas de Henry Miller…”

“Ya me habían crucificado y marcado con la cruz; había nacido exento de la necesidad de sufrir… y, sin embargo, no conocía otra forma de avanzar con esfuerzo que repitiendo el drama. Toda mi inteligencia estaba en contra de eso. El sufrimiento es fútil, me decía mi inteligencia una y mil veces, pero seguía sufriendo voluntariamente. El sufrimiento no me ha enseñado nunca la más mínima cosa; para otros puede que sea necesario, pero para mí no es sino una demostración algebraica de inadaptabilidad espiritual. Todo el drama que está representando el hombre de hoy mediante el sufrimiento no existe para mí: en realidad nunca ha existido. Todos mis calvarios fueron crucifixiones rosadas, seudotragedias para mantener los fuegos del infierno ardiendo vivamente para los pecadores auténticos que corren peligro de verse olvidados.” (Henry Miller, Trópico de Capricornio)

p. 110:
“Pasar el resto de mis días en la cárcel no me asustaba, en cierta manera era una buena oportunidad para hacer nuevos amigos y escribir sin problemas económicos.”

p. 112:
“Ursula K. Le Guin, La mano izquierda de la oscuridad. ¿Lo conoces?”

p. 130:
“Son los extranjeros los que preparan las revoluciones: Alain Robbe-Grillet.”

p. 155:
“Algo en la línea de Daniel Biga, Tilman, ya sabes quiénes.”

p. 155:
“Le dije, para cambiar de tema, que en esos días estaba leyendo una novela de Joyce Carol Oates y de forma automática me puse a hacer consideraciones acerca de Gente adinerada, sobre todo en relación con Stephen el Héroe y El retrato del artista adolescente. El planteamiento era sencillo y sórdido: cómo las mismas aptitudes y coeficientes intelectuales en medios diametralmente opuestos daban un resultado inverso. Unos terminaban siendo James Joyce y otros niños-héroes degenerados; cada cual justo lo contrario de lo que de él se esperaba. ¿Una cuestión meramente accidental o compensación histórica? ¡Los chicos pobres pueden llegar a ser algo grande, mientras que los pobres niños ricos pueden terminar bajo la rueda!”

p. 157:
“… ahora sólo lee literatura escrita por mujeres y todavía no sale de Djuna Barnes.”

p. 160:
“Durante la comida (arroz con atún y guisantes) ha llegado un poeta mexicano llamado Mario Santiago, ha besado a la niña, se ha hecho servir un plato con lo que quedaba, ha bebido el vino que yo traje y nos ha recitado un poema titulado ‘Consejos de un discípulo de Marx a un fanático de Heidegger’.”

p. 161:
“Leí el artículo de Pound ‘James Joyce et Pécuchet’ en una fotocopia del ejemplar del Mercure de France donde apareció originalmente.”

p. 162:
“En el billar, con el Panocha, Claudio y Enric, hemos sido testigos de la entrada del hombre amarillo. Fue sencillo y extraordinario, y los cuatro lo vimos. El hombre entró en el billar y unas placas amarillas cayeron detrás de él al cerrar la puerta y empezara a bajar rumbo a las mesas. Es una pesadilla, le dije a Enric. ¡Es un efecto óptico!, respondió enojado.”

p. 163:
“El cura, por otra parte, lee un libro que después descubro que es de Georges Perec: Je me souviens.”

p. 168:
“Estoy bien, contesto y le obsequio un libro de Tamara de Lempicka, pintora que dice no haber oído nombrar jamás.”

 

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