Sepulcros de vaqueros
12/05/2021 Comentarios desactivados en Sepulcros de vaqueros
Roberto Bolaño, Sepulcros de vaqueros, Prólogo por Juan Antonio Masoliver Ródenas, Alfaguara, 2017
Mi madre leía novelas de amor que le enviaban por correo desde Santiago y también leía revistas esotéricas. Mi padre solo leía novelas de vaqueros. Yo leía a Nicanor Parra y creía que eso me daba ventaja. Por supuesto, no me daba ninguna ventaja.
Hay algo que hace que sea cada vez más difícil disfrutar con la lectura de los nuevos libros de Bolaño: los prejuicios. Es imprescindible realizar una lectura libre de prejuicios. Los prejuicios de este lector son varios. En primer lugar, como Bolaño nos gusta, porque nos gustaron sus libros de relatos y sus dos grandes novelas, parece que ahora nos tiene que gustar todo. Otro prejuicio es que como lo que, tras la muerte del autor hace ya dieciocho años (¡cómo pasa el tiempo!), son textos que en su día no se publicaron y por tanto debería haber una razón para ello, se supone que no serán tan buenos como los que sí se publicaron en vida de Bolaño. También es un prejuicio que dificulta la lectura de las nuevas publicaciones el convencimiento de que Bolaño se ha convertido en un boom editorial, fuente de sustanciosos ingresos para sus herederos y para todos los buitres a los que se ha permitido participar en el banquete.
Leyendo este volumen que contiene materiales bastante diversos, uno se pregunta ¿por qué razón Bolaño desechó estos textos? Quizá no fueron desechados por él, sino que no encontró la forma de publicarlos o, como en el caso del relato “Comedia del horror en Francia”, no tuvo tiempo para hacerlo. En algunos se puede apreciar claramente que son borradores o ensayos previos que dieron lugar a relatos consolidados que fueron publicados en su día. Otros son totalmente novedosos, pero no fueron publicados. Estos relatos son, sin duda, algunas de las piezas que todavía nos faltaban para completar el puzzle de Bolaño.
- Reseña de Pedro B. Rey, La Nación, 21 de enero de 2018.
- Reseña de David Pérez Vega
- Juan Pablo Vildoso, “Sepulcros de vaqueros: piezas faltantes del puzzle Bolaño”
Retrato de Oswolt Krel
09/05/2021 Comentarios desactivados en Retrato de Oswolt Krel
¿Tú has visto pinturas de Durero, flaco? ¿Y te acuerdas de esa que se llama Oswolt Krel? ¿No lo has visto en tu vida? Se trata de un óleo sobre tabla, con dos tablas más pequeñitas que constituyen la cubierta del retrato de Oswolt Krel y en donde, junto con los escudos de armas de la familia, aparecen, uno en cada cubierta, dos bosquimanos rubios de aquí te espero. Pero lo importante es el retrato del Oswolt. ¡Igualito a Cherniakovski! ¡Pura energía! ¡Pura energía trágica!, si entiendes a lo que me refiero, flaco. Así era Cherniakovski, tenía los ojos más trágicos y más cargados que he visto nunca, aunque puede que exagere: he visto muchos ojos desde entonces, o al menos a mí me parece que son muchos. ¡He visto ojos hasta en la sopa,flaco! ¿Tú no? ¡Brindemos por eso! Oswolt Krel, carajo. Juanito Cherniakovski en persona… Respetado, admirado y querido, pero un pelo en el aire, como el Oswolt, sin ir más lejos. Un pelo de algo raro en los ojos. ¿Un pelo? No, huevón, rectifico, una pelambrera. ¡Tendrías que ver elcuadro, flaco! Oswolt Krel contempla algo terrible, ¿verdad?, se le nota, pero se contiene, se aguanta, solo los ojos, que son el espejo del alma, reflejan la alucinada que el espectador no ve. ¿Tiene miedo? Puede, pero se aguanta y esa es su virtud…
Alberto Bolaño, «Patria», en Sepulcros de vaqueros
Un mono
09/05/2021 Comentarios desactivados en Un mono
Enumerar es alabar, dijo la muchacha (dieciocho, poeta, pelo largo). En la hora de la ambulancia detenida en el callejón. El camillero aplastó la colilla con el zapato, luego avanzó como un oso. Me gustaría que apagaran las luces de las ventanas y que esos desgraciados se fueran a dormir. ¿Quién fue el primer ser humano que se asomó a una ventana? (Aplausos.) La gente está cansada, no me asombraría que un día de éstos nos recibieran a balazos. Supongo que un mono. No puedo hilar lo que digo. No puedo expresarme con coherencia ni escribir lo que pienso. Probablemente debería dejarlo todo y marcharme, ¿no lo hizo así Teresa de Ávila? (Aplausos y risas.) Un mono asomado a una ventana purulenta viendo declinar el día. El camillero se acercó a donde estaba fumando el sargento; apenas se saludaron con un movimiento de cabeza sin llegar a mirarse. A simple vista uno podía notar que no había muerto de un ataque cardiaco. Estaba bocabajo y en la espalda, sobre el suéter marrón, se apreciaban varios agujeros de bala. Le descargaron una ametralladora entera, dijo un enano que estaba a la izquierda del sargento y que el camillero no había visto. A lo lejos oyeron el ruido en sordina de una manifestación. Será mejor que nos vayamos antes de que cierren la avenida, dijo el enano. El sargento no pareció escucharle, ensimismado en la contemplación de las ventanas oscuras con gente que miraba el espectáculo. Vámonos rápido. ¿Pero adonde? No hay comisarías. Enumerar es alabar, se rió la muchacha. La misma pasión, hasta el infinito. Coches detenidos entre baches y tarros de basura. Puertas que se abren y luego se cierran sin motivo aparente. Motores, faros, la ambulancia sale en marcha atrás. La hora se infla, revienta. Supongo que fue un mono en la copa de un árbol.
Roberto Bolaño, Amberes
Los utensilios de limpieza
07/05/2021 Comentarios desactivados en Los utensilios de limpieza

Alabaré estas carreteras y estos instantes. Paraguas de vagabundos abandonados en explanadas al fondo de las cuales se yerguen supermercados blancos. Es verano y los policías beben en la última mesa del bar. Junto al tocadiscos una muchacha escucha canciones de moda. Alguien camina a estas horas lejos de aquí, alejándose de aquí, dispuesto a no volver más. ¿Un muchacho desnudo sentado junto a su tienda en el interior del bosque? La muchacha entró en el baño con pasos inseguros y se puso a vomitar. Bien mirado, es poco el tiempo que nos dan para construir nuestra vida en la tierra, quiero decir: asegurar algo, casarse, esperar la muerte. Sus ojos en el espejo como cartas desplegadas en una habitación en penumbra; el bulto que respira, hundido en la cama con ella. Los hombres hablan de rateros muertos, precios de chalets en la costa, pagas extras. Un día moriré de cáncer. Los utensilios de limpieza comienzan a levitar en su imaginación. Ella dice: podría seguir y seguir. El muchacho entró en la habitación y la cogió de los hombros. Ambos lloraron como personajes de películas diferentes proyectadas en la misma pantalla. Escena roja de cuerpos que abren la espita del gas. La mano huesuda y hermosa hizo girar la llave. Escoge una sola de estas frases: «Escapé de la tortura»… «Un hotel desconocido»… «No más caminos»…
Roberto Bolaño, Amberes
El Nilo
13/04/2021 Comentarios desactivados en El Nilo
El infierno que vendrá… Sophie Podolski se suicidó hace varios años… Ahora tendría veintisiete, como yo… Patrones egipcios en el cielorraso, los empleados se acercan lentamente, campos polvorientos, es el fin de abril y les pagan con heroína… He encendido la radio, una voz impersonal hace el recuento por ciudades de los detenidos en el día de hoy… «Hasta las cero horas, sin novedad»… Una muchacha que escribía dragones, totalmente podrida en algún nicho de Bruselas… «Metralletas, pistolas, granadas decomisadas»… Estoy solo, toda la mierda literaria ha ido quedando atrás, revistas de poesía, ediciones limitadas, todo ese chiste gris quedó atrás… El tipo abrió la puerta con la primera patada y te puso la pistola debajo del mentón… Edificios abandonados de Barcelona, casi una invitación para suicidarse en paz… El sol detrás de la cortina de polvo en el atardecer junto al Nilo… El patrón paga con heroína y los campesinos esnifan en los surcos, tirados sobre las mantas, bajo palmeras escritas que alguien corrige y hace desaparecer… Una muchacha belga que escribía como una estrella… «Ahora tendría veintisiete, como yo»…
Roberto Bolaño, Amberes
Gente razonable y gente irrazonable
13/04/2021 Comentarios desactivados en Gente razonable y gente irrazonable
«Me sospecharon desde el principio»… «Tipos pálidos comprendieron lo que había detrás de ese paisaje»… «Un camping, un bosque, un club de tenis, un picadero, la carretera te lleva lejos si quieres ir lejos»… «Me sospecharon un espía pero de qué diablos»… «Entre gente razonable y gente irrazonable»… «Ese tipo que corre por allí no existe»… «Él es la verdadera cabeza de este asunto»… «Pero también soñé muchachas»… «Bueno, gente conocida, los mismos rostros del verano pasado»… «La misma gentileza»… «Ahora el tiempo es el borrador de todo aquello»… «La muchacha ideal me sospechó desde el primer momento»… «Un invento mío»… «No había espionaje ni hostias»… «Era tan claro que lo desecharon»…
Roberto Bolaño, Amberes
Azul
08/04/2021 Comentarios desactivados en Azul
El camping La Comuna de Calabria según nota sensacionalista aparecida en PEN. Hostigados por la gente del pueblo: en el interior los campistas se paseaban desnudos. Seis chicos muertos en las cercanías. «Eran campistas»… «Bueno, del pueblo no son»… Meses antes recibieron una visita de la Brigada Antiterrorista. «Se desmadraban, follaban en todas partes, quiero decir: follaban en grupo y en donde les venía en gana»… «Al principio guardaron las distancias, sólo lo hacían dentro del camping, pero este año armaron orgías en la playa y en los alrededores del pueblo»… La policía interroga a los campesinos: «Yo no lo hice», dice uno, «si alguien hubiera prendido fuego al camping podrían echarme la culpa, más de una vez lo pensé, pero no tengo corazón para balear a seis muchachos»… Tal vez fue la mafia. Tal vez se suicidaron. Tal vez ha sido un sueño. El viento entre las rocas. El Mediterráneo. Azul.
Roberto Bolaño, Amberes
Soy mi propio hechizo
07/04/2021 Comentarios desactivados en Soy mi propio hechizo
Se pasean los fantasmas de la Plaza Real por las escaleras de mi casa. Tapado hasta las cejas, inmóvil en la cama, transpirando y repitiendo mentalmente palabras que no quieren decir nada los oigo revolverse, encender y apagar las luces, subir con una morosidad insoportable hacia la azotea. Yo soy la luna, propone alguien. Pero antes fui el pandillero y tuve al árabe en mi mira y apreté el gatillo en el minuto menos propicio. Calles estrechas en el interior del Distrito V, sin posibilidades de salir o de cambiar el destino que planeaba como una chilaba sobre mis pelos grasientos. Palabras que se alejan unas de otras. Juegos urbanos concebidos desde tiempos inmemoriales… «Frankfurt»… «Una muchacha rubia en la ventana más grande de la pensión»… «Ya no puedo hacer nada»… Soy mi propio hechizo. Mis manos palpan un mural en donde alguien, veinte centímetros más alto que yo, permanece en la sombra, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, preparando la muerte y su ulterior transparencia. El lenguaje de los otros es ininteligible para mí. «Cansado después de muchos días sin dormir»… «Una muchacha rubia bajó las escaleras»… «Me llamo Roberto Bolaño»… «Abrí los brazos»…
Roberto Bolaño, Amberes
Cuadros verdes, rojos y blancos
07/04/2021 Comentarios desactivados en Cuadros verdes, rojos y blancos
Ahora él, o la mitad de él, se sube a una marea. La marea es blanca. Ha tomado un tren en dirección contraria a la que deseaba. Sólo él ocupa el compartimento, las cortinas están descorridas y el atardecer se pega en el vidrio sucio. Colores rápidos, oscuros, intensos, se despliegan sobre el cuero negro de los asientos. Hemos creado un espacio silencioso para que él de alguna manera trabaje. Enciende un cigarrillo. La cajita de los fósforos es sepia. Sobre la cubierta está dibujado un hexágono compuesto de doce fósforos. El título es: «Jugar con fósforos», y, como indica un número 2 en el ángulo superior izquierdo, éste es el segundo juego de la colección. El juego se llama «La increíble fuga de triángulos». Ahora su atención se detiene en un objeto pálido, al cabo de un rato advierte que es un cuadrado que empieza a fragmentarse. Lo que antes reconoció como pantalla se transforma en marea blanca, palabras blancas, vidrios que finalizan su transparencia en una blancura ciega y permanente. De improviso un grito concentra su atención. El breve sonido le parece como un color tragado por una fisura. ¿Pero qué color? La frase «El tren se detuvo en un pueblo del norte» no le deja ver un movimiento de sombras que se desarrolla en el asiento de enfrente. Se cubre el rostro con los dedos lo suficientemente separados como para atisbar cualquier objeto que se le aproxime. Busca cigarrillos en los bolsillos de la chaqueta. Cuando exhala la primera bocanada piensa que la fidelidad se mueve con la misma rigidez que el tren. Una nube de humo opalino cubre su rostro. Piensa que la palabra «rostro» crea sus propios ojos azules. Alguien grita. Observa sus pies fijos en el suelo. La palabra «zapatos» jamás levitará. Suspira, vuelve el rostro hacia la ventana, el campo parece envuelto por una luz más oscura. Como la luz de mi cabeza, piensa. El tren se desliza junto a un bosque. En algunas zonas se puede ver la huella de incendios recientes. A él no le extraña no ver a ninguna persona en las orillas del bosque. Pero el jorobadito vive allí, siguiendo un sendero para bicicletas, un kilómetro más adentro. Le dije que prefería no escuchar más. Aquí puedes encontrar conejos y ratas que parecen ardillas. El bosque está delimitado por la carretera hacia el oeste y la línea del ferrocarril hacia el este. En los alrededores hay huertos y campos de labranza, y próximo a la ciudad un río contaminado en cuyas riberas hay cementerios de coches y campamentos de gitanos. Más allá está el mar. El jorobadito abre una lata de conservas apoyando la mitad de su espalda contra un pino pequeño y podrido. Alguien gritó en el otro extremo del vagón, posiblemente una mujer, se dijo mientras apagaba el cigarrillo con la suela del zapato. La camisa es de cuadros verdes, rojos y blancos, de manga larga y hecha de algodón. Con la mano izquierda el jorobadito sostiene una lata de sardinas con salsa de tomate. Está comiendo. Sus ojos escudriñan el follaje. Escucha pasar el tren.
Roberto Bolaño, Amberes
La totalidad del viento
05/04/2021 Comentarios desactivados en La totalidad del viento
Carreteras gemelas tendidas sobre el atardecer, cuando todo parece indicar que la memoria y la delicadeza kaputt, como el automóvil alquilado de un turista que penetra sin saberlo en zonas de guerra y ya no vuelve más, al menos no en automóvil, un hombre que corre a través de carreteras tendidas sobre una zona que su mente se niega a aceptar como límite, punto de convergencia (el dragón transparente), y las noticias dicen que Sophie Podolski kaputt en Bélgica, la niña del Montfaucon Research Center (un olor indigno de una mujer), y los labios exangües dicen «veo camareros de temporada caminando por una playa desierta a las ocho de la noche»… «Gestos lentos, no sé si reales o irreales»… «Un grupo barrido por el viento cargado de arena»… «Una niña de once años muy gorda iluminó por un instante la piscina pública»… «¿Y a ti también te persigue Colan Yar?»… «¿Una pradera negra incrustada en la autopista?»… El tipo está sentado en una de las terrazas del ghetto conjetural. Escribe postales pues su respiración le impide hacer poemas como él quisiera. Quiero decir: poemas gratuitos, sin ningún valor añadido. Sus ojos retienen una visión de cuerpos desnudos que se mueven con lentitud fuera del mar. Después sólo resta el vacío. «Camareros de temporada caminando por la playa»… «La luz del atardecer descompone nuestra percepción del viento»…
Roberto Bolaño, Amberes
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