La caza de la mujer

19/07/2020 Comentarios desactivados en La caza de la mujer

Junii Juvenalis, «Satirae»

Karl Kraus, “La caza de la mujer”, “La Antorcha” Selección de artículos de “Die Fackel”, Edición al cuidado de Adan Kovacsics, Acantilado, Barcelona, 2011.

Dat veniam corvis, vexat censura columbas: esto da de lleno en la hipocresía sexual de los sistemas sociales, en la moral masculina que reinará en las generaciones hasta el final del mundo. Los censores se lo perdonan todo a los cuervos y atormentan a las palomas. La mujer sólo puede hacer lo que quiera el hombre, siempre y cuando ella misma no lo quiera.

Este artículo fue publicado el 27 de anero de 1904. Hace más de cien años. ¿Alguien puede creer de verdad que ha cambiado algo? Después de aquella fecha las mujeres conquistaron el derecho al voto, a tener cuenta bancaria y a desempeñar trabajos de los que se consideraban «importantes»… Pero la verdad sigue siendo la misma… «la mujer sólo puede hacer lo que quiera el hombre, siempre y cuando ella misma no lo quiera»… Es la moral masculina que el pesimismo de Karl Kraus le hace reinar hasta el final del mundo.

El descubrimiento del Polo Norte

19/07/2020 Comentarios desactivados en El descubrimiento del Polo Norte

Karl Kraus, «El descubrimiento del Polo Norte», «La Antorcha» Selección de artículos de «Die Fackel», Edición al cuidado de Adan Kovacsics, Acantilado, Barcelona, 2011.

Existen épocas en que la declaración de haber alcanzado el Polo Norte es un acto genial, comparado con el cual el hecho de alcanzar el Polo Norte sólo puede considerarse un trabajo rutinario…

 

La mordaz ironía y la sátira desbordan los artículos que Karl Kraus publicaba en la revista Die Fackel (La Antorcha), y este artículo, publicado poco después de que tanto Frederick Cook como Robert Peary se presentaran como los conquistadores del Polo Norte, es una muestra de ello.

Karl Kraus entra en la polémica sobre el descubrimiento o la conquista del Polo Norte, pero no lo hace para defender a uno o a otro, sino para cuestionar la importancia que se deba al hecho, fuese cierto o no. Como en sus otros artículos, aprovecha un asunto de actualidad para criticar duramente la hipócrita sociedad burguesa, conquistadora del mundo y destructora de la naturaleza, guiada por el interés económico y el ansia de dominación.

«A la humanidad, que no paraba de avanzar, le faltaba desde hacía siglos una última cosita para la felicidad. ¿Qué era? ¿En qué consistía el objeto de los febriles días y sueños? ¿Qué era aquello que no dejaba descansar al mundo, cuyo pulso se cuenta en forma de récords? ¿Cuál era el paradigma de todo deseo? ¿El as en la manga de la ambición? ¿La última Tule de la curiosidad? ¿El sucedáneo del paraíso perdido? ¿El gran chorizo en busca del cual la ciencia lanzó a todos los perros de tiro de la feria terrenal? Ay, la humanidad no lo soportaba en su labor diaria: la idea de que allá arriba quedaran unas millas cuadradas que no hubiera hollado un pie humano resultaba intolerable. Más desoladora que el «desolado paraje» que por fin se consiguió encontrar era la vida mientras no se hallaba. Era bochornoso que nosotros, dueños del mundo, nos quedáramos sin conocer su último y minúsculo extremo.»

[…]

«De hecho, lo más valioso del Polo Norte era que no se podía llegar a él. Una vez alcanzado, no deja de ser más que un palo en el que ondea una bandera, es decir, algo más pobre incluso que la nada…»

[…]

«Existen épocas en que la declaración de haber alcanzado el Polo Norte es un acto genial, comparado con el cual el hecho de alcanzar el Polo Norte sólo puede considerarse un trabajo rutinario…»

[…]

«¿Podía el logro de Peary contar con el mismo júblio con que se había recibido la afirmación de Cook? ¿Podía un simple descubridor del Polo Norte dejarse ver junto a un hombre que había descubierto la demanda del mundo necesitado de un descubridor del Polo Norte?

[…]

«¿Quién fue el primero en no descubrir el Polo Norte?

[…]

«Porque lo que llegó al Polo Norte es la estupidez; y la bandera ondeó victoriosa, señalando así que el mundo le pertenece. Sin embargo, los campos helados del espíritu empezaron a crecer y fueron avanzando y expandiéndose hasta que cubrieron toda la tierra. Y morimos los que pensamos.»

 

Bibliografía:

– Jacques Bouveresse, Sátira y profecía. Las voces de Karl Kraus, Ediciones del Subsuelo, 2011.

Oscar Kokoschka, Retrato de Karl Kraus

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