Historia de los bombardeos

01/09/2016 Comentarios desactivados en Historia de los bombardeos

Lindqvist

Sven Lindqvist, Historia de los bombardeos, Traducción de Sofía Pape, Turner, 2002

«Todos los métodos hasta ahora puestos en práctica para mantener a un número cada vez mayor de personas e incrementar su nivel de vida agotan los recursos limitados del planeta y contaminan el aire, la tierra y el agua. A lo largo del siglo XX ha quedado claro que el nivel de vida de la que han gozado los habitantes de los países industrializados no es trasladable al resto de la población mundial. Hemos creado un estilo de vida que siempre estará limitado a unos pocos.

Estos pocos pueden estar integrados por una amplia clase media en unos pocos países y una reducida clase alta en el resto del mundo. Los miembros se reconocen entre sí por su poder adquisitivo. Comparten el interés por conservar sus privilegios, a la fuerza si cabe. También ellos han nacido para la violencia.

De esta violencia, tanto la que ya ha tenido lugar, como la que todavía dormita pero que está latente, emergen los sueños genocidas. La injusticia que defendemos nos obliga a aferrarnos a las armas de destrucción masiva, que nos permitirán hacer realidad nuestras fantasías en cualquier momento. La violencia global es el núcleo duro de nuestra existencia

Con estas palabras concluye el doble recorrido a través de la historia de los bombardeos y de la historia imaginada del futuro de la humanidad por el que nos acompaña Sven Lindqvist en este laberíntico libro. La violencia global fue el impulso que nos llevó a diseñar aparatos voladores que lanzaran bombas desde el cielo para destruir y para matar. El objetivo, no siempre confesado, es matar cuanta más gente mejor, ya que hay un «profundo abismo que separa los valores que profesamos oficialmente de los que en realidad practicamos»… y al final todos tendemos a aceptar los más escandaloso y los más terrible como parte del orden natural de las cosas.

Xauen, en Marruecos, fue una de las primeras ciudades arrasadas por los bombardeos aéreos, en 1925… Algunos años más tarde, fue Guernica… pero «Todos en Xauen han oído hablar de Guernica. En Guernica nadie ha oído hablar de Xauen.» Guernica fue y es un símbolo, porque ya lo era antes. Guernica está en la memoria de todos y no lo está Xauen, «Porque Guernica forma parte de Europa. En Guernica morimos nosotros.» Antes de Guernica las bombas estaban destinadas a eliminar a los salvajes. Después de Guernica vendrían Hamburgo, Dresde… Tokio, Hiroshima y Nagasaki… Se acabó aquella gran guerra y los bombardeos continuaron. Francia tan indignada en estos tiempos por el salvajismo del terrorismo islamista parece haber olvidado el salvajismo de su propio terrorismo: «Un ataque aéreo contra la aldea de Sakiet-Sidi-Joussef, en la frontera tunecina, el 8 de febrero de 1958, aunque de por sí insignificante, resultó decisivo. Llamó la atención porque los aviones franceses atacaron el lado equivocado de la frontera: una aldea neutral de Túnez. Se trataba de un poblado llenó de refugiados argelinos huidos de los bombardeos franceses en Argelia. Alcanzaron una escuela y mataron a todos los alumnos. También atacaron un convoy de la Cruz Roja en el momento en que éste repartía ropas y mantas a los refugiados. Un sueco, el coronel Gösta Heuman, formaba parte del convoy; su relato salió publicado en la primera página de Dagens Nyheter: Durante cincuenta minutos, los franceses mantuvieron el bombardeo en picado de la ciudad fronteriza. En medio del estrépito de las ametralladoras y el rugido de las bombas explotando, vimos los misiles pasar zumbando hacia sus objetivos terrestres. Allí estábamos, nosotros, en medio del desastre, desesperados, impotentes. De pronto, se hizo el silencio. Volví corriendo a la aldea atacada, tan rápido como me fue posible. La escena era de total horror. Los cadáveres y los cuerpos de los moribundos yacían esparcidos por las calles, personas gravemente heridas vagaban perdidas entre los escombros. Había niños desesperados llamando a gritos a sus madres; mujeres buscando a sus hijos y familiares. Fueron horas de terror. Todo era tan horroroso. Y nuestra capacidad de ayudar a las víctimas desdichadas eran tan dolorosamente ínfima. Fue desgarrador ver a la gente sufriendo, muchos con heridas horribles.»

La historia de los bombardeos es la historia que no nos cuentan nunca, de la que no se habla nunca, la que no se enseña ni en las escuelas ni en las universidades… es la historia del «mundo civilizado» que conviene ocultar.

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