Los ojos del hermano eterno

19/01/2019 Comentarios desactivados en Los ojos del hermano eterno

Stefan Zweig, Los ojos del hermano eterno, Traducción de J. Fontcuberta y A. Orzeszek, Acantilado, 2003.

Título original: Die Augen des ewigen Bruders

Todo lo que sé lo he aprendido de los desdichados, y todo lo que he visto lo he contemplado a través de la mirada de los seres torturados, de los ojos del hermano eterno.

 

Puede parecer una fábula sobre la justicia, sobre la culpa, sobre la libertad, o sobre la vida contemplativa… Y, de hecho, también lo es, pero en realidad, y sobre todo, es una búsqueda del otro, de los otros, del hermano eterno cuyos ojos nos miran y a cuyo servicio hemos de someter nuestra voluntad, pues no existe la libertad si no es para servir, para poner nuestras vidas a disposición de los demás…

El protagonista busca su camino a través de los cuatro nombres de la virtud: “El Rayo de la Espada”, “La Fuente de la Justicia”, “El Campo del Buen Consejo”, “La Estrella de la Soledad”, pero sólo lo encuentra cuando ni siquiera recibe un nombre, cuando deja de ser alguien, cuando logra poner su voluntad al servicio de los demás y su nombre es olvidado, porque todos «acabaron por olvidarse de VIrata, cuyo nombre no aparece inscrito en las crónicas de los soberanos ni consignado en los libros de los sabios».

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Mendel el de los libros

13/12/2018 Comentarios desactivados en Mendel el de los libros

Stefan Zweig, Mendel el de los libros. Traducción del alemán de Berta Vias Mahou, Acantilado, Barcelona, 2009.

Título original: Buchmendel

En la cubierta, fragmento de La bibliotèque (1921), de Félix Vallotton

Precisamente yo, que debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido.

Un vendedor de libros de viejo, Mendel «el memorioso?», es la figura que elige Stefan Zweig para reflexionar sobre el olvido y la memoria y sobre las monomanías, pero también sobre la exclusión, sobre la vida y la muerte, o sobre el egoismo que, elevado a la categoría de ideología, impregna la forma de ser y de actuar en la modernidad.

La bibliothèque (Félix Vallotton, 1921)

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Novela de ajedrez

29/11/2018 Comentarios desactivados en Novela de ajedrez

Stefan Zweig, Novela de ajedrez. Traducción de Manuel Lobo, Acantilado, Barcelona, 2001.

Primera edición: Die Schachnovelle, S. Fischer Verlag, 1943

Toda mi vida me han intrigado los monomaníacos, las personas obsesionadas por una sola idea, pues cuanto más se limita uno, más se acerca por otro lado al infinito…

Ilustración: Elke Rehder

Puede considerarse como un tratado de filosofía sobre el ajedrez, pero también como un estudio de psiquiatría en el que se abordan cuestiones como las monomanías o la esquizofrenia, o la capacidad de resistencia a la tortura. Pero lo que es sin ninguna duda es una magnífica y maravillosa novela.

Ilustración: Elke Rehder


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La calunnia

27/05/2018 Comentarios desactivados en La calunnia


Gioacchino Rossini, El barbero de Sevilla, «La calumnia»

“Entregadme la carta de un hombre, cualquiera que haya escrito, y lo enviaré a la guillotina”

Joseph Fouché (citado por Stefan Zweig en Fouché, el genio tenebroso)

 

La calunnia è un venticello,
un’auretta assai gentile
che insensibile, sottile,
leggermente, dolcemente
incomincia,
incomincia a sussurrar
Piano piano, terra terra,
sottovoce, sibilando,
va scorrendo, va scorrendo
va ronzando, va ronzando;
nell’orecchie della gente
s’introduce,
s’introduce destramente,
e le teste ed i cervelli,
e le teste ed i cervelli fa stordire,
fa stordire e fa gonfiar.
Dalla bocca fuori uscendo
lo schiamazzo va crescendo
prende forza a poco a poco,
vola già di loco in loco;
sembra il tuono, la tempesta
che nel sen della foresta
va fischiando,
brontolando, e ti fa d’orror gelar.
Alla fin trabocca e scoppia,
si propaga, si raddoppia
e produce un’esplosione
come un colpo di cannone,
come un colpo di cannone.
Un tremuoto, un temporale,
Un tumulto generale
che fa l’aria rimbombar!
E il meschino calunniato,
avvilito, calpestato,
sotto il pubblico flagello
per gran sorte ha crepar.
E il meschino calunniato,
avvilito, calpestato,
sotto il pubblico flagello
per gran sorte ha crepar.
La calumnia es un vientecillo,
una brisita muy gentil,
que imperceptible, sutil,
ligeramente, suavemente,
comienza,
comienza a susurrar.
Bajo, bajo, a ras de tierra,
en voz baja, sibilante,
va corriendo, va corriendo,
va zumbando, va zumbando;
en las orejas de la gente
se introduce,
se introduce hábilmente
y las cabezas y los cerebros,
y las cabezas y los cerebros
hace aturdir y hace hinchar.
Una vez fuera de la boca
el alboroto va creciendo,
toma fuerza poco a poco
vuela ya de un lugar a otro;
parece un trueno, una tempestad
que en medio del bosque
va silbando,
atronando, y te hace de horror helar.
Al final se desborda y estalla,
se propaga, se redobla
y produce una explosión,
¡como un disparo de cañón!
¡como un disparo de cañón!
Un terremoto, un temporal,
un tumulto general
que hace agitar el aire.
Y el infeliz calumniado,
envilecido, aplastado,
bajo el azote público podrá
considerarse afortunado si muere.
Y el infeliz calumniado,
envilecido, aplastado,
bajo el azote público podrá
considerarse afortunado si muere.

Sobre héroes y tumbas

12/03/2018 Comentarios desactivados en Sobre héroes y tumbas

«Y por eso es necesario recordar una y otra vez al mundo, un mundo que sólo ve los monumentos de los vencedores, que quienes construyen sus dominios sobre las tumbas y las existencias destrozadas de millones de seres no son los verdaderos héroes, sino aquellos otros que sin recurrir a la fuerza sucumbieron frente al poder, como Castellio frente a Calvino en su lucha por la libertad de conciencia y por el definitivo advenimiento de la humanidad a la tierra.»

Stefan Zweig, Castellio contra Calvino, p. 23

Una ley realmente ejemplar

12/03/2018 Comentarios desactivados en Una ley realmente ejemplar

«… según la ley en Ginebra, una ley realmente ejemplar, todo ciudadano que acuse a otro de haber cometido un delito debe presentarse en prisión al tiempo que el acusado y permanecer allí hasta que se haya demostrado que su acusación es fundada.»

Stefan Zweig, Castellio contra Calvino, p. 128

Castellio contra Calvino

12/03/2018 Comentarios desactivados en Castellio contra Calvino

Stefan Zweig, Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia, Traducción de Berta Vias Mahou, Acantilado, 2002.

Título original: Castellio gegen Calvin

Publicada por primera vez en 1936

Sólo la idea de la libertad espiritual, idea de todas las ideas, que por ello no se rinde ante ninguna otra, resurge eternamente, porque es eterna como el espíritu. Si exteriormente y durante un tiempo se le quita la palabra, se refugia en lo más profundo de las conciencias, inalcanzable para cualquier opresión. Por eso es inútil que los gobernantes crean que han vencido al espíritu libre por haberle sellado los labios, pues con cada hombre nace una nueva conciencia y siempre habrá alguien que recordará la obligación espiritual de retomar la vieja lucha por los inalienables derechos del humanismo y de la tolerancia. Siempre habrá algún Castellio que se alce contra cualquier Calvino, defendiendo la independencia soberana de la opinión frente a toda violencia ejercida desde el poder.

En 1936, cuando Stefan Zweig escribió este alegato en favor de la libertad de opinión y del derecho a desobedecer a cualquier autoridad, aunque sea apoyada por la mayoría de los ciudadanos, que ejerza la tiranía impidiendo la libertad de opinión y de expresión, el régimen nazi amenazaba estas mismas libertades que Castellio defendió frente a Calvino cuatro siglos antes. Hoy, casi cien años después, volvemos a vivir situaciones semejantes en las que se envía a la cárcel a quienes tratan de expresar y de defender pacíficamente sus ideas.

En 1562, Sebastián Castellio escribió que «la posteridad no podrá creer que, después de que ya se hubiera hecho la luz, hayamos tenido que vivir de nuevo en medio de tan densa oscuridad». Hoy podríamos repetir estas palabras.

Hoy en día se habla mucho de la verdad y de la mentira y hasta se ha acuñado un nuevo término, la posverdad, que viene a ser como aquella verdad construida para que sea aceptada por la mayoría. Pero lo que defendía Castellio es que nuestro mundo tiene espacio para muchas verdades y no sólo para una, la de quienes tienen el poder y la imponen por la fuerza, porque «la verdad consiste en que, aun estando equivocado, diga uno lo que piensa».

Hoy volvemos a vivir situaciones semejantes a las que vivió Castellio en el siglo XVI y Stefan Zweig en el XX. Para un gobierno autoritario, se haya impuesto por las armas o haya sido democráticamente elegido por los votos, «la contención por vía legal y la simple intimidación del partido contrario son métodos insuficientes, y sólo hay un modo de asegurar la totalidad del poder: mediante el exterminio total de cualquier oposición». Temen a las personas independientes, a las que piensan por su cuenta, a las que ponen en cuestión lo que ellos, los poderosos, consideran principios inamovibles, como por ejemplo lo que llaman «la unidad de la patria», pero Stefan Zweig nos advierte que forma parte de la tragedia de todos los déspotas el que teman aún más al hombre independiente una vez que le han debilitado desde el punto de vista político y le han hecho enmudecer, porque no les basta con que calle, con que tenga que callar: «el simple hecho de que no diga que ‘sí’, de que no les sirva y no se humille ante ellos, que no forme parte activa del rebaño de aduladores y siervos, hace que su existencia, el mero hecho de que aún exista, sea para ellos un motivo de disgusto».

Stefan Zweig hace un magnífico retrato de dos personajes. Por un lado, Sebastián Castellio, el hombre libre e imparcial, respetuoso con las opiniones de los demás; el hombre que busca la verdad aún sabiendo que no hay una sola verdad y que cada uno tiene su propia verdad; el hombre que defiende la tolerancia y la comprensión porque cree que es posible vivir en paz al margen de nuestras diferencias. Por el otro, Jean Calvino, el hombre que se muestra envarado por el sentimiento de su propia seguridad, tan seguro de sí mismo y de su absoluta verdad que no admite ni siquiera la posibilidad de que pueda existir alguien que la ponga en duda, y que está dispuesto a todo, incluso a quitar la vida de quienes no la asuman como propia.

Sin embargo, como dijo Castellio, «un vino malo no será mejor porque se obligue a la gente a beberlo».

En los últimos párrafos de su libro, Stefan Zweig, nos recuerda a quienes creíamos que ya habíamos conseguido determinados derechos y libertades, que «nunca un derecho se ha ganado para siempre, como tampoco está asegurada la libertad frente a la violencia, que siempre adquiere nuevas formas. A la humanidad siempre le será cuestionado cada nuevo avance, como también lo evidente se pondrá en duda una y otra vez. Precisamente cuando ya consideramos la libertad como algo habitual y no como el don más sagrado, de la oscuridad del mundo de los instintos surge un misterioso deseo de violentarla».

 

Miedo

01/03/2018 Comentarios desactivados en Miedo

Ilustración de la portada: Leonard Beard

Stefan Zweig, Miedo, Traduccíon del alemán de Roberto Bravo de la Varga, Acantilado, 2018

El miedo es peor que el castigo, porque éste es algo determinado y, por severo que sea, no se puede comparar con el temor que despierta en nosotros lo incierto, una tensión espantosa, que no conoce límite.

Este pequeña, pero grande, novela de Stefan Zweig retrata el miedo en primera persona. Las rígidas normas que garantizan la comodidad de la vida anodina de la burguesía no pueden ser transgredidas sin consecuencias. La peor de todas es el miedo a perder todo aquello que aun no satisfaciendo a quien se arriesga es todo lo que tiene. Fuera no hay nada. El miedo a ser rechazada, expulsada de una vida anodina, es el peor castigo para quien infringe las normas. El miedo es el peor castigo. Es por ello que quienes manejan los hilos del poder se dedican con tanto afán a que tengamos miedo.

La burguesía, en el naciente capitalismo, condenó a las mujeres al encierro en la cárcel del hogar. Fueron algunos escritores como Zweig o Flaubert quienes tuvieron el valor de poner en evidencia esta situación con novelas como ésta o como Madame Bovary.

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