Se estrecha el cerco

25/11/2021 Comentarios desactivados en Se estrecha el cerco

Se estrecha el cerco
Estamos asistiendo a un linchamiento de la disensión.
Si no te apuntas a lo dictado, te espera un castigo.
El certificado de vacunación contra el Covid, aparte de certificar la imbecilidad y la obediencia mecánica, supone un primer paso decisivo.
Políticos de todo plumaje, empresarios asqueantes e intelectuales prostituidos claman y claman por el Imperio de las Vacunas.
Yo, que no creo en la Ciencia,
menos aún en la ciencia médica,
que detesto las Universidades
y los Laboratorios,
solo tengo una cosa que decir:
«Gentes de los poderes
y de los comercios,
podéis aplastarme
sin dificultad,
demonizarme,
borrarme del mundo de la opinión,
silenciarme,
pero ya no está entre vuestras facultades
clavarme una aguja».
Resulta que mi cuerpo es mío
y yo dirijo esos pasos
que lo alejan de vosotros.
Buena caza, antropocidas
de incógnito!

Pedro García Olivo, Alto Juliana

Premio al engaño

17/10/2021 Comentarios desactivados en Premio al engaño

PREMIO AL ENGAÑO

Si quieres prosperar
en este mundo de mentira
triunfante,
debes sacarte un título
en la Universidad del Engaño.
Aprende de estos tres varones
que, poniéndose un nombre de mujer,
Carmen Mola,
y diseñando toda una arquitectura
del fraude,
han recibido un millón de euros.
Han usado a sus lectores
previos,
de cuando sacaban novelas policíacas,
engañándolos,
como escalones
para ascender.
Y se han merecido
el Premio Planeta,
si bien el planeta Tierra
no se merece
embaucadores como ellos.
Mando a paseo,
a un paseo extraterrestre,
al Premio Planeta
y a todos sus premiados.
Casi nada tan sucio
y tan necio
como la Industria Cultural.

PEDRO GARCÍA OLIVO, Alto Juliana, Aldea Sesga

Yo también soy una bruja

20/08/2021 Comentarios desactivados en Yo también soy una bruja

Texto copiado del blog de Pedro García Olivo:

LOS “NEGACIONISTAS” SON LAS BRUJAS DEL FASCISMO DEMOCRÁTICO

La Inquisición Médico-Estatal se desata conta la crítica y contra la disensión

Una nueva etiqueta descalificadora cunde por las redes, por las radios, por las televisiones: «negacionista». Y se encienden hogueras… Que el Pensamiento Único es una Inquisición que no cesa, siendo diverso en sí mismo, pues alberga tanto opciones liberales como socialistas. Si brota una discrepancia, una objeción, una resistencia, esta modalidad tan «democrática» inventa una etiqueta, encierra ahí a un montón de gentes y pone en marcha la máquina de los suplicios.

No estoy a favor de la mascarilla, para nada. No soy partidario de los confinamientos, en absoluto. Detesto las vacunas. No creo en este despotismo médico-estatal que recorta sin cesar nuestras libertades bajo la excusa de una crisis sanitaria. Y saco cuenta de lo que todos estos batallones de fusilamiento del libre pensamiento y de la posiblidad de decidir sobre la propia vida nos quieren hacer olvidar…

Que nos olvidemos de toda esa crítica de las disciplinas científicas, entre ellas la medicina profesional, que cundió desde los años sesenta y que se nutría tanto de la opinión de no pocos filósofos como de las denuncias de un sinnúmero de especialistas: cientos de obras contra la pretensión de verdad de las ciencias académicas, la mayor parte de ellas concebidas por científicos académicos «negacionistas». Se denunciaba su inconsistencia epistemológica, su reclutamiento ideológico, su servilismo político, su contribución a la reproducción de la Opresión. Son tantos los nombres… Rememoro solo a unos pocos: Braunstein para la Psicología, Basaglia para la Psiquiatría, Heller para la Antropología, Castell para la Sociología, Di Siena para la Biología y la Etología, Lévy-Leblond para la Física, Viñas para la Matemática, etcétera, etcétera, etcétera…

Que se borre de nuestra consciencia todas aquellas obras que nos alertaban sobre las calamidades inducidas por la llamada «cultura de los expertos», por la «ideología del especialista», por el ascenso de la «tecnocracia», por el crédito tan insensato que las poblaciones tendían a otorgar a unas camarillas de gentes ambiciosas prestigiadas por títulos universitarios y por otras «medallas» culturales meretricias. Un sinfín de estudios, enmarcados en las tradiciones marxistas, libertarias y nihilistas…

Sobre todo, que nos pongamos de rodillas ante los «decretos» de los médicos y ante las leyes de esos políticos armados hasta los dientes de informaciones procedentes de la «ciencia de los venenos». Como si no hubiese existido Iván Illich y no se hubiera publicado «Némesis médica»; como si nuestro «sentido común sanitario» no hubiera sido desacreditado, desde hace décadas, si no siglos, por las culturas que se procuraban la salud de otra forma, bebiendo de saberes comunitarios, de las propiedades curativas de las plantas, de la auto-gestión colectiva del bienestar físico y psíquico.

El Despotismo Médico-Estatal ha conseguido anular el anhelo de libertad de las ciudadanías; las ha doblegado y violado de una manera perfectamente «patriarcal»; ha suscitado una suerte de «Síndrome de Estocolmo», por el cual los damnificados y humillados le dan las gracias por las torturas y tormentos que padecen cada día… Así son los Fundamentalismos; y vivimos bajo esta forma de Religión intransigente, por este Credo homicida del Pensamiento Único Occidental, ora vestido de Neoliberalismo, ora ataviado de Estado Social Bienestarista.

Así que me declaro «negacionista». Y hasta algo peor: «re-negacionista». Renegado, siempre renegado. Que no cuenten conmigo para esta reproducción morbosa, necrófila, del Capitalismo. Asistimos a unas auto-devastaciones controladas del Sistema, que se sirven hoy de un virus como antaño se servían de las denominadas «guerras mundiales».

Señores de los poderes y de los comercios, inquisidores optimizados, soy una bruja por cazar, «negacionista» hasta la médula…

Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, Valencia, 18 de agosto de 2020. Subido a esta página un año después.

Olimpiadas

28/07/2021 Comentarios desactivados en Olimpiadas

Grecia nos legó muchos horrores: el clasismo; el patriarcado optimizado; la voluntad de aniquilar a los diferentes, a los extraños; la pseudo-democracia; el gusto por los imperios, etcétera. Y también nos dejó las Olimpiadas…

PEDRO GARCÍA OLIVO

LOS DAÑOS DEL DEPORTE, SIEMPRE INSANO

Qué hermoso es el esfuerzo! Yo lo tengo en el rincón más querido de mi corazón. Esfuerzo de cultivar un huerto para no comprar alimentos o comprar menos. Esfuerzo de reformar tu casa o incluso hacértela, tú mismo, para no contratar a nadie ; esfuerzo de ir por el bosque, por el monte o por las callejas de tu ciudad, para recolectar víveres; esfuerzo de vivir sin patrón, sin amo y con el menor Estado posible. Otra cosa es el Deporte, ese Circo. Apoteósis de los Egos, del Comercio y del Negocio, de la Política, de las Banderas y de las Naciones. J. Ellul lo denunció sin remilgos: individuos compitiendo para alimentar su sucio y enorme amor propio; prepotencia del Mercado, de los Estados y de la Razón Tecnológica; maltrato del cuerpo y de la vida entera, puesta al servicio de objetivos patéticos… Los deportistas viven como monjes, reprimiéndose y restringiéndose, auto-torturándose, para colgarse, en el mejor de los casos, unas medallas que los sancionan como tristísimos «idiotas». Grecia nos legó muchos horrores: el clasismo; el patriarcado optimizado; la voluntad de aniquilar a los diferentes, a los extraños; la pseudo-democracia; el gusto por los imperios, etcétera. Y también nos dejó las Olimpiadas… Echamos los deportistas a los leones, como antaño; pero hoy las bestias son mediáticas, burocráticas y financieras. Sin embargo, las gentes del deporte ya no son esclavas: masoquistas de sí, se prestan voluntariamente a una tinglado hediondo. El Deporte es dañino, insano. El Esfuerzo, por el contrario, aparece como una garantía de vida buena.

www.pedrogarciaolivo.wordpress.com

Alto Juliana, Aldea Sesga

El descrédito de la negación

03/07/2021 Comentarios desactivados en El descrédito de la negación

EL DESCRÉDITO DE LA NEGACIÓN

Si niegas o reniegas,
eres una suerte de criminal:
NEGACIONISTA.

Hace años, la negación
estaba bien vista
y se entendía como la flor
de la crítica.

De ahí "Dialéctica Negativa",
de T. W. Adorno, por ejemplo.

Hoy se nos impele
a AFIRMAR
y a obedecer a cada paso.

No paran de darnos instrucciones,
cambiantes,
a veces contradictorias,
de día a día,
casi al momento.

El AFIRMACIONISMO
supone la transición
de la Esclavitud
a la Robotización.

Es lo que se promueve
desde el demofascismo
médico-político-económico
bajo el que transitamos
los días
y no pocas noches.

Yo, en pro de nada,
ni siquiera para mí mismo,
digo que NO.
NO! NO! NO!

PEDRO GARCÍA OLIVO

Civilización destructiva

21/04/2020 Comentarios desactivados en Civilización destructiva

En unos meses, el Covid-19 habrá matado a muchos y, de la mano de la sumisión político-policial que propicia, robotizado a casi todos.

Pedro García Olivo reflexiona, lúcidamente, sobre la pandemia, su origen y sus efectos. Sus reflexiones no son esperanzadoras. ¿Podremos hacer algo todavía? ¿Nos queda algún resquicio, alguna grieta, para poder resistir?

Vivimos en medio de una pandemia que es el resultado de una civilización destructiva. Esta misma civilización destructiva ya ha empezado a sacar provecho de la pandemia.

 

CIVILIZACIÓN DESTRUCTIVA A LA QUE LA BIOSFERA LE PASA FACTURA Y ROBOTIZACIÓN ACABADA DE LA HUMANIDAD OCCIDENTAL

Pedro García Olivo

1. El coronavirus como un fenómeno natural, manifestación de una vida no-humana que se desarrolla sin tener que pedir permiso y que está siendo socio-políticamente rentabilizada

La soberbia, la arrogancia, la prepotencia y la voluntad de avasallamiento son rasgos históricos de la civilización occidental. «Castilla miserable,/ ayer dominadora,/ envuelta en sus andrajos/ desprecia cuanto ignora», dijo el poeta y se quedó corto: Castilla, como Europa, como Occidente, combate aquello que ni conoce ni desea conocer y procura aniquilar o absorber (la «integración» es solo la forma hipócrita del exterminio) toda otredad.

Así trató a lo que llamó «Naturaleza», así se comportó ante las otras culturas, así se evidenció frente a las divergencias y diferencias que cundieron en su propio seno (habilitó, ante lo distinto y lo discrepante, persecuciones de herejes y de brujas, hogueras, inquisiciones, campos de concentración, cámaras de gas, campañas de alfabetización y de escolarización, programas de rehabilitación social, de inclusión social, de inserción social, de protección social, de «integración» en un sistema destructivo, a fin de cuentas).

A día de hoy, Occidente parece haber ganado la batalla ante la alteridad cultural, pues borró de la superficie de la Tierra, o está a punto de hacerlo, todas las culturas de la oralidad, todas las civilizaciones que se resistían al despotismo, el individualismo y la beligerancia inducidos por el alfabeto y por la escritura, como sabemos desde Luria, Havelock, Ong e Illich, entre muchos otros. Se encarnizó contra el hombre oral, armado hasta los dientes de Escuela y de Ilustración, y acabó con él, reduciendo de forma estrepitosa la antropo-diversidad. Nadie hizo luto por este gigantesco etnocidio, desoyendo a Cioran: «Habrá que vestir luto por el hombre el día en que desaparezca el último iletrado».

A día de hoy, Occidente puede considerarse vencedor en la guerra contra las subculturas y las subjetividades que, dentro de su propia área civilizatoria, apuntaban en otras direcciones y disentían abiertamente: le fue bien el invento de las escuelas tradicionales, de las «cárceles» y de los manicomios, y le irá todavía mejor el plus-invento de las escuelas «alternativas» y la tele-educación, los «módulos de respeto» y la muy «humanitaria» graduación y relajación del encierro en los «centros de readaptación social», la cura de los supuestos enfermos mentales en sus propios hogares mediante ingesta de barbitúricos…

A día de hoy, y a pesar de los «avisos» que le llegaban desde el clima trastornado, desde la desforestación imparable, desde la contaminación agudizada de las aguas y del aire, desde el enponzoñamiento de los víveres surtidos por la industria de la alimentación, etcétera, Occidente creía haber ganado también la batalla contra una «Naturaleza» que concibió siempre y solo como «objeto»: objeto de conocimiento y objeto de explotación. Sin llegar nunca a conocerla, la explotó sin remilgos y casi sin límites.

Pero ahora ha acontecido un fenómeno también «natural», una manifestación de la vida que no necesita pedir permiso para desarrollarse y que, en términos retóricos, metafóricos, podría valorarse como una factura que nos pasa la Biosfera: el Coronavirus, primer exponente de un virismo planetario que nos visitará y revisitará, que acompañará a la especie humana en su aventura sobre la Tierra.

Todo lo alteramos y corrompimos sin escrúpulos, arrasamos ecosistemas buscando solo el beneficio económico, dimos más importancia a la gestión política de los seres (coerción, dominación, explotación) que al principio de convivencia y de coexistencia pacífica. Sembramos destrucción y ahora cosechamos muerte… En cierto sentido, ya habíamos sido «amonestados», ya habíamos padecido esas «catástrofes de advertencia que funcionan como advertencia de la Catástrofe», en términos de Sloterdijk, pero hicimos oídos sordos, pues pertenece a la condición de nuestros dirigentes y de nuestros expertos no escuchar, no ver y no sentir. Solo hablan y hablan…

Por debajo de este error civilizatorio, de esta torpeza cultural, hemos observado que los sistemas políticos y económicos establecidos aprovecharon la crisis sanitaria para optimizar precisamente el Capitalismo, para librarle de inconvenientes y de molestias (ancianos, enfermos crónicos, pobres, sin-techo, grupos sociales «no productivos», poblaciones precarizadas de los países periféricos…) y para convertir la auto-devastación controlada en un expediente para la regeneración necrófila del Mercado y del Estado.

En términos maquiavélicos, la estrategia es correcta: el virus pasará y la gente, habiendo soportado un confinamiento demencial, estará más que nunca a merced de la Administración y de los Negocios. Arrasados todos los vestigios de la comunidad, aniquilado el instinto de «ayuda mutua», los ciudadanos se comportarán ante el Estado y en la vida económica como auténticos «robots», máquinas humanas privadas de toda autonomía, de todo sentido crítico, de todo apetito de libertad.

Casi de un golpe, a medidos del siglo XIX, se encerró en locales insalubres, luego llamados «escuelas», a toda una franja de edad (la «infancia» y la «juventud»). Este enclaustramiento brutal de los menores constituye un hito, no suficientemente subrayado, en toda la historia de la humanidad occidental y occidentalizada. De un golpe, a principios del siglo XXI, se confinó, bajo pretexto médico, a toda la ciudadanía y la ciudadanía más bien lo agradeció: es este un acontecimiento que marcará para siempre todo el desenvolvimiento futuro de los humanos, quienes se han revelado de nuevo muy por debajo del resto de los seres vivos. «El hombre es un animal fracasado», dijo hace años un filósofo… Hoy cabe sostener otra cosa: «Los seres humanos ya no son animales, que se convirtieron en máquinas».

La máquina de obediencia podrá protestar de un modo regulado, previsto, canalizado, «domesticado», en un gesto de sumisión absoluta al orden vigente. Y habrá otra vez manifestaciones, cambios políticos, ascensos y descensos en las formaciones partidarias electoralistas, implementación de medidas de protección social y de programas «bienestaristas», etcétera. La humanidad robotizada tendrá un «modo trabajo», un «modo disfrute» y un «modo protesta» perfectamente definidos…

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La gitaneidad borrada

16/02/2019 Comentarios desactivados en La gitaneidad borrada

Juan Emilio Pérez Samaniego

Pedro García Olivo, La gitaneidad borrada (Si alguien te pregunta por nuestra ausencia), pedrogarciaolivo.wordpress.com

 

¡Buena ventura para los tuyos!
Si alguien te pregunta por nuestra ausencia,
dile que fuimos expulsados
desde el Cielo y desde la Luz.
Nosotros, los señores de este vasto Universo.

Canción romaní, recogida en Korkoro (“Liberté”), film de T. Gatlif

 

Nunca nos han gustado los gitanos. La principal razón es evidente: siempre han puesto en cuestión nuestros sistemas de vida. Se podría decir que son, y siempre han sido, unos «antisistema». Las sociedades payas, no gitanas, siempre han buscado la forma de deshacerse de ellos, como dice Pedro García Olivo, por medio de «progroms» o de «programas».

 

Extraído de la web de Pedro García Olivo:

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fascismo

26/10/2018 Comentarios desactivados en fascismo

Las palabras «fascismo» y «fascista» se han convertido en un insulto. La palabra «fascismo» se ha trivializado y está desprestigiada, incluso entre los fascistas que hoy se llaman a sí mismos demócratas y constitucionalistas, pero lo que significa sigue estando vigente, y no sólo entre los nostálgicos de viejos tiempos de gloria nacionalsindicalista o nacionalsocialista…

Pedro García Olivo aporta algunas reflexiones interesantes sobre este tema:

1. Fascismo y democracia

La historia de las ideas ha conocido tres formas de definir el Fascismo desde la arena de la Democracia. Son estas:

1) La historiografía liberal (ejemplificada por W. J. Momsen) sostuvo que el Fascismo era lo contrario de la Democracia, una especie de aberración enterrada en el pasado y que respondió a causas muy concretas, casi «endémicas», conjugadas en Alemania e Italia de un modo meramente coyuntural. Se sobrevaloraba el papel de los líderes (Hitler, Mussolini) y se sugería que el monstruo habitaba fuera de la casa demoliberal, que bastaba con consolidar el Estado de Derecho para mantenerlo a raya.
2) Desde la sociología y la politología marxistas (N. Poulantzas, entre otros) se alegó que Fascismo y Democracia eran dos cartas que la oligarquía, la clase dominante, podía poner encima de la mesa, una u otra, según le conviniera. En tiempos de bonanza, se prefiere la carta democrática, a través de la cual se embauca mejor a la población; en tiempos de crisis (penuria, conflictividad social, luchas obreras,…), se recurre a la carta fascista. Se recordaba, contra la tesis liberal, que Hitler alcanzó el poder por vía democrática. Trabajos de sociología empírica, obras posteriores como la de D. Goldhagen (Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto) o Ch. Browning (Gentes de lo más normal), revelaron la participación de personas de todas las edades, todos los oficios, todas las clases sociales… en la persecución de los judíos, muy a menudo sin ser nazis, ni funcionarios, sin alegar “obediencia debida”… «Buenas personas», «gentes normales», que destruyeron, torturaron y mataron voluntariamente… No fueron alienadas o manipuladas por la administración fascista: quisieron el fascismo, lo amaron; respaldaron y aplaudieron a Hitler porque de algún modo expresaba sus sentimientos. En la misma línea se expresaron H. Arendt y P. Levi, en dos obras inquietantes (Eichmann en Jerusalen, Los salvados y los hundidos).

3) En medios filosóficos y literarios se ha fraguado una tercera interpretación, que suscribimos: el Fascismo, si bien de nuevo cuño, es el destino de la Democracia. Auschwitz es la verdad, el “telos”, de nuestros regímenes democráticos. La democracia liberal desemboca en una forma actualizada de despotismo: el demofascismo. Desde la Teoría Francesa (M. Foucault, G. Deleuze,…) y la Escuela de Frankfürt (T. W. Adorno, W. Benjamin) se han aportado argumentos para fundamentar este diagnóstico: liberalismo, fascismo y estalinismo parten de un mismo fondo filosófico, conceptual, epistemológico (concepto «cósico» de la Verdad, Minoría Esclarecida encargada de rescatarla, Labor de Misionerismo Social para llevar esa verdad a unas masas que se consumen en la ignorancia, fines sublimes que justifican cualquier medio, indiferencia ante el dolor empírico del individuo, Proyecto Eugenésico encaminado a la forja del Hombre Nuevo, “reificación” de la población, teleologismo explícito o implícito, etc.), y recurrieron de hecho a los mismo procedimientos (orden del discurso, escuelas, cárceles,…).

Hijos los tres de la Ilustración, liberalismo, fascismo y estalinismo remitían, en último término, al legado grecocristiano y podían reconocer en Platón una de sus fuentes mayores. En Por qué hay que estudiar el Poder, M. Foucault desbrozó las vías para esta desmitificación del liberalismo; y, en Contra la Razón destructiva, E. Subirats adelantaba el concepto de un “fascismo democrático”, que compartía rasgos decisivos con los fascismos históricos.

2. El demofascismo como avance desde lo antiguo: rasgos heredados e innovaciones.

El demofascismo comparte dos características con los fascismo históricos: expansionismo (¿no estamos ya en la III Guerra Mundial?) y docilidad de las poblaciones (ausencia de crítica interna, de oposición, de resistencia significativa).

Como en tiempos de Hitler o Mussolini, las potencias occidentales invaden países para apropiarse de sus fuentes de energía, materias primas y recursos estratégicos, o por motivos geo-estratégicos y político-ideológicos. Como ayer, la ciudadanía mira a otra parte, o mira de frente y aplaude las masacres…

Sin embargo, el fascismo democrático arroja rasgos propios, que lo distinguen del fascismo histórico, y que hallan un eco privilegiado en la escuela, en la forma de educación administrada que le corresponde:

1) Una clara preferencia por las formas simbólicas, lingüísticas, psicológicas… de dominación, en detrimento del recurso a la violencia física represiva. En algún sentido, el poder pretende invisibilizarse, y para ello se despliega un orden de la violencia simbólica, vinculado a lo que se ha llamado Aparatos Ideológicos del Estado (Medios de Comunicación, Partidos, Sindicatos, Escuelas,…) y ya no tanto a los Aparatos estrictamente Represivos (Fuerzas de Seguridad, Ejército).

2) Allí donde el poder no se puede ocultar, las figuras de autoridad se dulcifican (empresarios que facilitan la adquisición de una vivienda a sus empleados o les proporcionan viajes de vacaciones en condiciones ventajosas; funcionarios de prisiones con formación socio-psico-terapéutica, en sustitución del tradicional carcelero «sádico»; policías de proximidad, desviviéndose por ayudar en lo cotidiano a la población; profesores «alumnistas», reformistas, capaces de gestionan el aula desde la simpatía, ganándose el aprecio de sus víctimas,…).

3) Transferencia al oprimido de una parte de las prerrogativas del opresor, de modo que se haga factible la auto-coerción (trabajadores a los que se les regala acciones de la empresa, para que se sientan patronos de sí; “módulos de respeto” en las cárceles, de manera que los problemas de la convivencia se resuelvan a través de asambleas, tal en un ejercicio de auto-gestión, en ausencia del funcionario, actuando los presos como carceleros de sí mismos; “colaboración ciudadana” con la policía, erigiendo a la gente en vigilante y denunciante de sí misma; alumnos que ejercen de auto-profesores, incluyendo temas de su agrado en los currículos, dándose las clases, evaluándose a sí mismos, gestionando la experiencia democráticamente,…).

4) Disolución de la Diferencia (inquietante, peligrosa) en Diversidad inocua, de modo que lo Extraño, lo Ajeno, lo Otro se incorpora a lo Establecido mediante una supresión o corrección severa de sus caracteres idiosincrásicos, una preservación de sus índoles accesorias (superficiales o aparentes) y, como resultado, una homologación de fondo, estructural, tendente a un isomorfismo sustantivo.

 

Eduardo Subirats reflexionaba también sobre el fascismo actual en un artículo, publicado el año 2006, titulado «Fascismo después de Auschwitz«:

Fascismo después de Auschwitz

Los bombardeos de ciudades con el objetivo explícito de erradicar a una población étnica y religiosamente definida como islámica, las masacres genocidas perpetradas por organizaciones paramilitares, los campos de concentración, tortura y exterminio indiscriminado de partisanos, ciudadanos inocentes y mujeres clasificados como árabes, la destrucción intencional y sistemática de legados culturales de los pueblos islámicos, y el soberano desprecio por cualquier norma legal y moral irrumpieron súbitamente, al cerrarse el siglo, en una Europa alegremente confiada en las promesas de un neoliberalismo triunfante tras el desmoronamiento de la Unión Soviética. Cerraba aquella guerra de los Balcanes la absoluta pasividad de la masa electrónica global.

Un historiador europeo, Jacques Julliard, advirtió entonces en el título de su ensayo: »Ce fascisme qui vient…» En 1994, sin embargo, semejante aviso parecía extravagante. Aquella guerra respondía, al fin y al cabo, a un conflicto local, y sus estrategias criminales se percibían más bien como un déjà vu. Por lo demás, la aldea global consumía alegremente una postmodernidad multicultural; y milagrosos índices de crecimiento. ¿Qué podía significar un fascismo del mañana?

La palabra »fascismo» ya había adquirido, por otra parte, un perfil desgastado. La academia anglosajona (R. Griffin, es un caso tan sintomático como las películas de Hollywood sobre el tema) ha venido trivializando el fascismo histórico y global a la categoría de un poder carismático ligado a ideologías salvacionistas y a un concepto de totalitarismo conceptualmente recortado desde una estricta visión jurídica. Estas versiones académicas han identificado además fascismo y nacionalismo con apasionada terquedad. A cambio, han ignorado sus raíces históricas en los imperialismos clásicos y modernos, y en la teología política colonial. Y siguen ignorando sus ostensibles vínculos con las corporaciones industriales, energéticas y militares. Pero, sobre todo, esta definición políticamente correcta del fascismo se había preocupado en silenciar las dos interpretaciones críticas más importantes del fascismo: la de Karl Polany que ponía de manifiesto la continuidad de neoliberalismo y fascismo, y la de Max Horkheimer y Theodor W. Adorno que señalaban su continuidad con la tecnociencia baconiana.

Sin embargo, seguimos aplicando corrientemente la palabra fascista (de manera impropia si considerásemos propia la apropiación académica de las palabras) a un concepto agresivo de poder que no respeta límites nacionales ni morales, utiliza los medios del escarnio mediático y la propaganda total, emplea la tortura, el crimen y el terror como instrumentos de coacción, y aplica con perfecta impunidad estrategias genocidas como medio de extender sus megamáquinas militares y políticas. Llamamos fascistas a las estrategias que visan la destrucción de comunidades históricas, de ecosistemas y legados culturales, y de normas morales establecidas a lo largo de la historia de los pueblos. Es en este sentido que nos referimos a Hitler, Franco o Pinochet como fascistas. Y en este sentido decimos que las políticas de aniquilación de Oriente medio apantalladas por Bush o Blair son fascistas. Y que es fascista la estrategia de exterminio terminal que Putin ha desplegado en Chechenia. Y que la aniquilación de las ciudades sagradas de Irak o los barrios chiítas de Beirut es un genocidio fascista, como lo fue el bombardeo de Gernika y de los guetos judíos de Varsovia.

El carisma de un poder personalizado ha sido otro signo distintivo del fascismo histórico. Y que duda cabe que esta dimensión no se aplica a los líderes de la Guerra global del siglo XXI. De la dislexia a la simple necedad, sus escasas dotes intelectuales han sido reiterado motivo de chanzas populares. El nuevo fascismo tampoco se sirve de grandes oradores como Mussolini o Perón. En la sociedad del espectáculo, que ha depuesto al arte, la política ya no se define como estilo, sino como diseño. Sus líderes son máscaras mediáticas sin otra función que la de ocultar con su impenetrable opacidad la irresponsabilidad histórica del nuevo orden militar.

Este remozado fascismo no se distingue del viejo en su misticismo regresivo de guerras salvacionistas contra el mal, ni en su fanfarre de los valores de Occidente; tampoco en la cultura del odio sin el que esa falsa trascendencia no podría triunfar. Su dimensión fundamental reside en la naturaleza terrorífica de sus armas, y en el desorden y la dominación globales que instauran. Los cientos de toneladas de uranio empobrecido sembrados en Kosovo, Afganistán e Irak, y la guerra biológica en el Amazonas colombiano son paradigmas de este terror constituyente del nuevo orden mundial del siglo XXI.

Pero la Guerra de los Balcanes puso de manifiesto un subsiguiente aspecto perturbador. No sólo brindaban horribles masacres y cuadros de putrefacción política en sus pantallas. Al mismo tiempo reducían al ciudadano a la condición de consumidor de sus imágenes degradadas y lo evaporaban como conciencia. Este doble proceso de anihilación, ciudades y vidas por un lado, y de nuestra existencia a la condición de consumidores, por otro, ha adquirido en la producción mediática de nuestra Guerra global el carácter de un sistema de escarnio y deshumanización permanentes.

Eso explica la paradójica diferencia entre el fascismo nacionalsocialista y el fascismo global de hoy. La transformación de la democracia en espectáculo permite la implantación masiva de controles totalitarios, desde la vigilancia electrónica de Internet hasta la tortura, sin necesidad de modificar sustancialmente su supraestructura jurídica y su apariencia cosmética. La volatilización digital de las elecciones mexicanas o la escenificación de la democracia bajo los términos constituyentes de la sangrienta ocupación militar en Irak son dos extremos complementarios de este mismo sistema. Por eso las megamáquinas del poder financiero y militar contemporáneo tampoco necesitan organizar movilizaciones de masas físicas. Los highways electrónicos concentran mucho más expeditivamente a la masa humana postmoderna en los containers mediáticos, la moviliza más eficazmente mediante sus estímulos virtuales y evaporan terminalmente su existencia a través de su conversión digital y estadística. La guerra genocida es la expresión culminante de esta lógica anihiladora del espectáculo.

La escuela es una prisión

25/04/2018 Comentarios desactivados en La escuela es una prisión

En millones de recintos polvorientos y mal iluminados, fríos como las cámaras frigoríficas de los mataderos, un adulto solitario se enfrentaba a aquellos treinta pigmeos sumergidos en sus sueños crueles y fantásticos. ¿Quiénes eran aquellos seres de ojos grandes e hipnóticos, como los de las abejas? ¿Por qué había que domesticarlos, durante años y años, para transformarlos finalmente en seres como nosotros? ¿Solo para no ser devorados por ellos?

Mircea Cartarescu, Solenoide, p. 117

– Peter Gray, «L’école est une prison»

– Ivan Illich y otros, Un mundo sin escuelas

– Pedro García Olivo, El enigma de la docilidad

 

Salariodependencia

16/02/2018 Comentarios desactivados en Salariodependencia

…sin darme cuenta de que también la sociedad que repudiaba había dictado los papeles de mi desobediencia.

Pedro García Olivo nos empuja hasta el borde del abismo y nos abre los ojos para que miremos lo que no queremos ver… el resto es cosa nuestra. El sistema capitalista lo organizamos todos nosotros diariamente. Vivimos construyendo el capitalismo que nos esclaviza y que dicta todos nuestros comportamientos, incluída  nuestra desobediencia. Incluso si queremos ser antisistema lo somos de forma capitalista. Sin embargo, todavía quedan algunos residuos del mundo precapitalista: el «comunalismo» de los pueblos originarios, y la «laborofobia» de los clanes nómadas. Es urgente recuperar estas sabidurías.

 

SALARIODEPENDENCIA

Pedro García Olivo

 

(Flores ¿mortuorias? para el Comunalismo y la Laborofobia)

«Salariodependencia» es el nombre que puede recibir una de las mayores taras del sujeto moderno occidental. El Capitalismo convirtió esa condición casi en el corazón y la sangre de los seres humanos que había sistematizado y que, conscientemente, lo sustentaban. Pero no todo es «salariodependencia» sobre la Tierra, pues todavía quedan gentes que no se nos parecen…

El «comunalismo» de los pueblos originarios y la «laborofobia» de los clanes nómadas aparecieron como verdaderos diques de contención contra la apisonadora del salario capitalista. En la medida en que todavía quedan personas que subsisten a salvo del jornal o de la nómina, uno encuentra motivos para sonreír, aunque sea tristemente, y para soñar despierto, si bien en medio de la pesadilla de lo real.

Reúno, en este escrito, tres fragmentos, procedentes de obras distintas y redactados con diferentes registros estilísticos. Me encantan los textos irregulares, discontinuos, heterogéneos y hasta heteróclitos. De los libros, estimo sobremanera aquello que M. Blanchot llamó una vez «la ausencia de libro».

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