Diario de un viejo cabezota

22/12/2020 Comentarios desactivados en Diario de un viejo cabezota

Pablo Martín Sánchez, Diario de un viejo cabezota (Reus, 2066), Acantilado, Barcelona, 2020.

Las tramas anbientadas en el futuro
tratan de las cosas que asustan en el presente.
En realidad, no tratan sobre el futuro.

LIONEL SHRIVER, Los Mandible

 

Y me acuerdo también de que alguien dijo que aquello que situábamos en el futuro trataba siempre de lo que nos producía pánico en el presente.
Enrique Vila-Matas

 

De lo perdido, de lo irremediablemente perdido, sólo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi escritura, líneas capaces de cogerme del pelo y levantarme cuando mi cuerpo ya no quiere aguantar más.
Roberto Bolaño

 

Me he levantado de la cama y he encendido la vela para dejar constancia de un pensamiento que me ha asaltado en mitad de la noche: ¿y si este diario fuese la tercera parte de aquella trilogía que nunca terminé?

Con las credenciales de OULIPO y las bendiciones de Vila-Matas, Pablo Martín Sánchez se ha convertido en un escritor de moda. Esta novela es la tercera y última de lo que se podría llamar una “trilogía del yo”. En la primera hacía referencia a su nombre (Pablo Martín Sánchez, el anarquista que se llamaba como yo), en la segunda al día de su nacimiento (Tuyo es el mañana), y en esta al lugar en el que nació, Reus (Diario de un viejo cabezota). En muchos aspectos, esta novela, al igual que las anteriores, sigue la inconfundible estela de Georges Perec, a quien hay incluso referencias explícitas. Perec escribió un libro, La disparition, sin utilizar la letra “e” en ningún momento… Pablo Martín Sánchez compone un “poema irracional” en el que las palabras tienen un número de letras que se corresponde con cada uno de los decimales del número pi…

Pablo Martín Sánchez no es nuevo en esta biblioteca. Tuyo es el mañana me pareció buenísima. No ocurrió lo mismo con El anarquista que se llamaba como yo, plagada de referencias históricas y de personajes de semificción. Leí ambas novelas en el orden inverso al de su escritura y publicación. Quizá este fue el fallo. Esperaba otra cosa. Esta tercera novela de Pablo Martín Sánchez, leída en el momento adecuado, el que estamos viviendo, a pesar de tratarse de una distopía, a las que no soy muy aficionado, consagra en mi particular altar doméstico a Pablo Martín Sánchez en un puesto distinguido. Vuelve a sorprender con innumerables referencias a personajes, fechas y acontecimientos, tanto del pasado como del futuro, reales, imaginarios, semirreales o semiimaginarios… Las novelas distópicas solían ser hasta ahora difícilmente creíbles. Esta novela, en cambio, es totalmente creíble. El momento histórico que estamos viviendo hace pensar que lo que cuenta Pablo Martín Sánchez en esta novela puede ser incluso peor.

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Me acuerdo

21/12/2020 Comentarios desactivados en Me acuerdo

Georges Perec, Me acuerdo, Prólogo, traducción y notas de Yolanda Morató, Berenice, Córdoba, 2006.

Edición original: Je me souviens, Hachette, 1978

 

480

Me acuerdo

(continuará…)

1. Me acuerdo de que Reda Caire presentó su espectáculo en el cine de Porte de Saint-Cloud.

2. Me acuerdo de que mi tío tenía un 11 CV con matrícula 7070 RL2.

[…]

Me acuerdo de cuando oí hablar e George Perec por primera vez.

Me acuerdo de qué leí con gran esfuerzo La vida, instrucciones de uso.

Me acuerdo de que algún tiempo después leí Me acuerdo.

Me acuerdo de que me volví a acordar de Me acuerdo fue leyendo un libro de poesía de Roberto Bolaño.

Me acuerdo de que hace poco leí un poema de Izet Sarajlic en el que nos preguntaba a los lectores si  nos acordábamos de una serie de cosas.

Me acuerdo de que el otro día leía la última novela de Pablo Martín Sánchez en la que se acuerda de George Perec y de Me acuerdo.

George Perec también se acordaba. 480 recuerdos de una generación convertidos en un libro. Los recuerdos son de Georges Perec, pero la idea de escribir recuerdos ya la había tenido antes Joe Brainard que había escrito y publicado en 1970 un libro titulado I Remember.

Me acuerdo de arcoiris que me defraudaron.

[…]

Me acuerdo de una vez que me miré minuciosamente la polla y los huevos y de lo asquerosos que me parecieron.

[…]

Me acuerdo de que me daban lástima los niños de la escuela, o de la iglesia, que tenían madres feas.

Quizá como homenaje a Georges Perec, Roberto Bolaño escribió, en 1994, «Un paseo por la literatura« (Tres), en donde en lugar de acordarse de… soñaba que… No eran 480 «Me acuerdo que…», sino 57 «Soñé que…»

1. Soñé que Georges Perec tenía tres años y visitaba mi casa. Lo abrazaba, lo besaba, le decía que era un niño precioso.

[…]

8. Soñé que iba caminando por el Paseo Marítimo de Nueva York y veía a lo lejos la figura de Manuel Puig. Llevaba una camisa celeste y unos pantalones de lona ligera, azul claro o azul oscuro, depende.

[…]

57. Soñé que Georges Perec tenía tres años y lloraba desconsoladamente. Yo intentaba calmarlo. Lo tomaba en brazos, le compraba golosinas, libros para pintar. Luego nos íbamos al Paseo Marítimo de Nueva York y mientras él jugaba en el tobogán yo me decía a mí mismo: no sirvo para nada, pero serviré para cuidarte, nadie te hará daño, nadie intentará matarte. Después se ponía a llover y volvíamos tranquilamente a casa. ¿Pero dónde estaba nuestra casa?

En los años 90, Izet Sarajlic escribió un poema titulado «Adiós al gran arte», publicado en castellano en el libro: Izet Sarajlic, Sarajevo, Selección y prólogo de Fernando Valverde, Valparaíso Ediciones, Granada, 2013. Este es el poema:

ADIÓS AL GRAN ARTE

¿Os acordáis del Milagro en Milán?
¿Recordáis las primeras
(las vuestras y las suyas) películas de Gérard Philipe?

¿Recordáis Los mejores años de nuestra vida?

¿Recordáis a Simone Signoret en El casco de oro
y a Tatjana Samajlova en Cigüeñas de Kalatozov?

¿Recordáis a Modugno
y su Llueve?

¿Recordáis aquella atmósfera de fiesta
de los primeros dramas
de Arthur Miller, Tennessee Williams y Aleksandar
Papovic?

¿Recordáis los conciertos de Leonid Kogan y David
Ojstrach?

¿Recordáis las tardes literarias
con Slobodan Markovic,
Evgenig Jevtusenko,
Tadeusz Rozevicz
y Hans Magnus Enzensberger?

¿Recordáis a Paul Anka y Vladimir Visotski?

¿Recordáis aquella conmoción
después de haber pasado la última página
de la poesía de Davico?

¿Y recordáis cómo, enseguida,
engullíamos los nuevos libros
de Marek Hlasko,
Juri Kazakov,
Danilo Kis
y Josef Skoverecky?

¿Recordáis la tristeza que salía de las novelas
de Venjamin Kaverin y de Heinrich Böll?
Mica, preferías los cuentos de este último.
¿Recordáis aquel relato Viajero, cuando quieras un balneario…?

¿Recordáis la impaciencia
con la cual esperabais el nuevo número de «Novi Svijet»
con la continuación de las memorias de Ehrenburg?

¿Recordáis cuando
después de haber leído Trenes estrechamente supervisados
queríais escribir directamente al autor
para agradecerle su espléndido libro?

¿Recordáis las exposiciones
de Marijo Mikulic,
Ljubo Lah,
Safet Zec,
Hibrahim Ljubovic
y Emir Dragulj?

¿Recordáis La pequeña aldea de Menzel?

¿Recordáis
el Taganjka, el Berliner Ensemble y el Atelier 212?

¿Recordáis las improvisaciones de Zoran Radmilovic?

Nunca más.
Nunca más aquella vida y aquel arte.

Nunca más
aquella pasión creativa.

Aquella alegría de estar juntos.

Aquel resplandor de estrellas
en los versos de los jóvenes poetas.

La época del gran arte ha pasado.

Yo
al menos
la he visto desde dentro.

Hace pocos días he terminado de leer la última novela de Pablo Martín Sánchez titulada Diario de un viejo cabezota. En ella, se acuerda de George Perec y de Joe Brainard y hace su pequeña contribución de «meacuerdos» de los que entresaco unos pocos:

Me acuerdo del pegamento Imedio.
Me acuerdo de las gomas Nata y de los lápices Alpino.
Me acuerdo de los estuches de hojalata.
Me acuerdo de los papelitos de tipex que usábamos para enmendar los errores de las máquinas de escribir.
[…]
Me acuerdo de cuando hacíamos capitanes para elegir los equipos de fútbol.
[…]
Me acuerdo del “Vamos a la cama que hay que descansar”.
Me acuerdo del “Continuará…”.

Y para terminar. Hoy mismo acabo de toparme con otra colección de «meacuerdos». Estos son de Iván Thays.

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