Mân
25/01/2019 Comentarios desactivados en Mân
Kim Thúy, Mân, Traducción del francés de Laura Salas Rodríguez, Periférica, 2016.
Primera edición en francés: Mân, Les Éditions Libre Expression, 2013
Yo era dueña de la eternidad, porque el tiempo es infinito cuando no se espera nada.
Cuando el futuro no existe, porque no se espera nada, el presente consiste en viajar constantemente al pasado. Un presente vivido entre sabores y aromas, como compañeros de viaje hacia el pasado, hacia los pasados…
Todo un placer leer a Kim Thúy.
Algunos fragmentos:
p. 31:
“Por eso me llamo Mân, que quiere decir ‘enteramente colmada’ o ‘que no tiene nada más que desear’, o ‘a quien se le han concedido todos los deseos’.”
p. 50:
“Según él, las golondrinas profesaban un amor paciente e infinito a sus polluelos porque eran las únicas que fabricaban sus nidos sólo con ayuda de su saliva. Al comer los nidos, tendríamos más oportunidades de ser padres a nuestra vez.”
p. 52:
“De entre tanta preciosa recolecta, se me había quedado la palabra ‘indolencia’ del libro Buenos días, tristeza de Françoise Sagan, ‘languidez’ de Verlaine y ‘penitenciario’ de Kafka. Además Mamá me explicó qué significaba ‘ficción’ con la siguiente frase de Albert Camus en El extranjero: ‘Por la noche, Marie vino a buscarme y me preguntó si quería casarme con ella’, pues para nosotras era impensable que una mujer pudiese manifestar tal deseo. Y luego, sin conocer ni el principio ni el final de la historia de Marius, de Los miserables, lo había erigido en héroe porque, una vez, nuestra ración mensual de cerdo había venido envuelta en la frase: ‘La vida, la desgracia, el aislamiento, el abandono, la pobreza son campos de batalla que cuentan con sus héroes; héroes oscuros, más grandes a veces que los héroes ilustres…’.”
p. 84:
“Mamá me repetía a menudo que, en caso de conflicto, es mejor retirarse que insultar a alguien, aunque esa persona sea quien tenga la culpa. Si mancillamos al otro, nos ensuciamos la boca, ya que antes deberemos llenarla de ira, de sangre y de veneno.”
p. 89:
“Descubrí las Amapolas de Monet en el Museo de Orsay…”
p. 98:
“Me pareció particularmente menuda y envejecida. Parecía haber franqueado ese umbral donde dejaba que el tiempo la meciera no porque lo estipula el contrato, sino con ternura, como si se confiasen uno a otro y se burlasen con afecto de los torbellinos de la juventud.”
p. 129:
“Yo era dueña de la eternidad, porque el tiempo es infinito cuando no se espera nada.”
Ru
02/01/2019 Comentarios desactivados en Ru
Kim Thúy, Ru, Traducción del francés de Manuel Serrat Crespo, Alfaguara, 2010
Título original: Ru (2009)
… así es hasta la posibilidad de este libro, hasta ese instante en que mis palabras resbalan por la curva de vuestros labios, hasta esas hojas blancas que toleran mi surco o, más bien, el surco de quienes caminaron ante mí, por mí. He avanzado en la huella de sus pasos como en un sueño despierto donde el perfume de una peonía abierta no es ya un olor sino un florecimiento; donde el rojo profundo de una hoja de arce en otoño no es ya un color, sino una gracia; donde un país no es ya un lugar, sino un arrullo.
Recuerdos, breves escenas enlazadas entre sí o aparentemente desconectadas, que fluyen como una corriente (Ru, en francés) y nos transmiten la paz de una canción de cuna (Ru, en vietnamita). Escrito con una gran sensibilidad que no impide a la autora abordar las cuestiones más escabrosas.
Algunos fragmentos:
p. 11:
“Mi nacimiento tuvo la misión de reemplazar las vidas perdidas. Mi vida tenía el deber de continuar la de mi madre.”
p. 13:
“No se sabía pues si nos dirigíamos hacia el cielo o si nos hundíamos en las profundidades del agua. El paraíso y el infierno se habían enlazado en el vientre de nuestro barco.”
p. 22:
“Creo que la guerra y la paz son, de hecho, amigas y que se burlan de nosotros.”
p. 49:
“… cada domingo iba yo a la ribera de un estanque de lotos en las afueras de Hanói, donde siempre había dos o tres mujeres de espalda arqueada, de manos temblorosas, que, sentadas en el fondo de una barca redonda, se desplazaban por el agua con la ayuda de una pértiga para colocar hojas de té dentro de las flores de loto abiertas. Regresaban al día siguiente para recogerlas, una a una, antes de que los pétalos se marchitasen, después de que las hojas aprisionadas hubieran absorbido durante la noche el perfume de los pistilos. Me decían que cada hoja de té conservaba así el alma de aquellas efímeras flores.”
p. 144:
“… así es hasta la posibilidad de este libro, hasta ese instante en que mis palabras resbalan por la curva de vuestros labios, hasta esas hojas blancas que toleran mi surco o, más bien, el surco de quienes caminaron ante mí, por mí. He avanzado en la huella de sus pasos como en un sueño despierto donde el perfume de una peonía abierta no es ya un olor sino un florecimiento; donde el rojo profundo de una hoja de arce en otoño no es ya un color, sino una gracia; donde un país no es ya un lugar, sino un arrullo.”
Edurne Portela habla de este libro en «La vida imaginaria» de RN1
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