Me acuerdo

21/12/2020 Comentarios desactivados en Me acuerdo

Georges Perec, Me acuerdo, Prólogo, traducción y notas de Yolanda Morató, Berenice, Córdoba, 2006.

Edición original: Je me souviens, Hachette, 1978

 

480

Me acuerdo

(continuará…)

1. Me acuerdo de que Reda Caire presentó su espectáculo en el cine de Porte de Saint-Cloud.

2. Me acuerdo de que mi tío tenía un 11 CV con matrícula 7070 RL2.

[…]

Me acuerdo de cuando oí hablar e George Perec por primera vez.

Me acuerdo de qué leí con gran esfuerzo La vida, instrucciones de uso.

Me acuerdo de que algún tiempo después leí Me acuerdo.

Me acuerdo de que me volví a acordar de Me acuerdo fue leyendo un libro de poesía de Roberto Bolaño.

Me acuerdo de que hace poco leí un poema de Izet Sarajlic en el que nos preguntaba a los lectores si  nos acordábamos de una serie de cosas.

Me acuerdo de que el otro día leía la última novela de Pablo Martín Sánchez en la que se acuerda de George Perec y de Me acuerdo.

George Perec también se acordaba. 480 recuerdos de una generación convertidos en un libro. Los recuerdos son de Georges Perec, pero la idea de escribir recuerdos ya la había tenido antes Joe Brainard que había escrito y publicado en 1970 un libro titulado I Remember.

Me acuerdo de arcoiris que me defraudaron.

[…]

Me acuerdo de una vez que me miré minuciosamente la polla y los huevos y de lo asquerosos que me parecieron.

[…]

Me acuerdo de que me daban lástima los niños de la escuela, o de la iglesia, que tenían madres feas.

Quizá como homenaje a Georges Perec, Roberto Bolaño escribió, en 1994, «Un paseo por la literatura« (Tres), en donde en lugar de acordarse de… soñaba que… No eran 480 «Me acuerdo que…», sino 57 «Soñé que…»

1. Soñé que Georges Perec tenía tres años y visitaba mi casa. Lo abrazaba, lo besaba, le decía que era un niño precioso.

[…]

8. Soñé que iba caminando por el Paseo Marítimo de Nueva York y veía a lo lejos la figura de Manuel Puig. Llevaba una camisa celeste y unos pantalones de lona ligera, azul claro o azul oscuro, depende.

[…]

57. Soñé que Georges Perec tenía tres años y lloraba desconsoladamente. Yo intentaba calmarlo. Lo tomaba en brazos, le compraba golosinas, libros para pintar. Luego nos íbamos al Paseo Marítimo de Nueva York y mientras él jugaba en el tobogán yo me decía a mí mismo: no sirvo para nada, pero serviré para cuidarte, nadie te hará daño, nadie intentará matarte. Después se ponía a llover y volvíamos tranquilamente a casa. ¿Pero dónde estaba nuestra casa?

En los años 90, Izet Sarajlic escribió un poema titulado «Adiós al gran arte», publicado en castellano en el libro: Izet Sarajlic, Sarajevo, Selección y prólogo de Fernando Valverde, Valparaíso Ediciones, Granada, 2013. Este es el poema:

ADIÓS AL GRAN ARTE

¿Os acordáis del Milagro en Milán?
¿Recordáis las primeras
(las vuestras y las suyas) películas de Gérard Philipe?

¿Recordáis Los mejores años de nuestra vida?

¿Recordáis a Simone Signoret en El casco de oro
y a Tatjana Samajlova en Cigüeñas de Kalatozov?

¿Recordáis a Modugno
y su Llueve?

¿Recordáis aquella atmósfera de fiesta
de los primeros dramas
de Arthur Miller, Tennessee Williams y Aleksandar
Papovic?

¿Recordáis los conciertos de Leonid Kogan y David
Ojstrach?

¿Recordáis las tardes literarias
con Slobodan Markovic,
Evgenig Jevtusenko,
Tadeusz Rozevicz
y Hans Magnus Enzensberger?

¿Recordáis a Paul Anka y Vladimir Visotski?

¿Recordáis aquella conmoción
después de haber pasado la última página
de la poesía de Davico?

¿Y recordáis cómo, enseguida,
engullíamos los nuevos libros
de Marek Hlasko,
Juri Kazakov,
Danilo Kis
y Josef Skoverecky?

¿Recordáis la tristeza que salía de las novelas
de Venjamin Kaverin y de Heinrich Böll?
Mica, preferías los cuentos de este último.
¿Recordáis aquel relato Viajero, cuando quieras un balneario…?

¿Recordáis la impaciencia
con la cual esperabais el nuevo número de «Novi Svijet»
con la continuación de las memorias de Ehrenburg?

¿Recordáis cuando
después de haber leído Trenes estrechamente supervisados
queríais escribir directamente al autor
para agradecerle su espléndido libro?

¿Recordáis las exposiciones
de Marijo Mikulic,
Ljubo Lah,
Safet Zec,
Hibrahim Ljubovic
y Emir Dragulj?

¿Recordáis La pequeña aldea de Menzel?

¿Recordáis
el Taganjka, el Berliner Ensemble y el Atelier 212?

¿Recordáis las improvisaciones de Zoran Radmilovic?

Nunca más.
Nunca más aquella vida y aquel arte.

Nunca más
aquella pasión creativa.

Aquella alegría de estar juntos.

Aquel resplandor de estrellas
en los versos de los jóvenes poetas.

La época del gran arte ha pasado.

Yo
al menos
la he visto desde dentro.

Hace pocos días he terminado de leer la última novela de Pablo Martín Sánchez titulada Diario de un viejo cabezota. En ella, se acuerda de George Perec y de Joe Brainard y hace su pequeña contribución de «meacuerdos» de los que entresaco unos pocos:

Me acuerdo del pegamento Imedio.
Me acuerdo de las gomas Nata y de los lápices Alpino.
Me acuerdo de los estuches de hojalata.
Me acuerdo de los papelitos de tipex que usábamos para enmendar los errores de las máquinas de escribir.
[…]
Me acuerdo de cuando hacíamos capitanes para elegir los equipos de fútbol.
[…]
Me acuerdo del “Vamos a la cama que hay que descansar”.
Me acuerdo del “Continuará…”.

Y para terminar. Hoy mismo acabo de toparme con otra colección de «meacuerdos». Estos son de Iván Thays.

53 días

17/05/2017 Comentarios desactivados en 53 días

Georges Perec, 53 días, Texto establecido por Harry Mathews y Jacques Roubaud, Tradución de José Antonio Torres Almodóvar, Revisión de Julia Escobar, Mondadori, 1990.

«Soñé que Georges Perec tenía tres años y visitaba mi casa. Lo abrazaba, lo besaba, le decía que era un niño precioso.» (Roberto Bolaño)

¿Quién ha escrito el libro? Un novelista al que conocimos en     se llama GP parece encantarle este tipo de dificultades; le proporcionamos cierto número de palabras clave, temas, nombres propios. Para que hiciera con ellos lo que quisiera.

¿Acaso estas cosas infinitamente maleables que son las palabras han demostrado alguna vez algo más que la inútil sutileza de su retórica?

Un Revolucionario es un Ejemplar que se permite el Lujo del Significado

(Un R es un E que se P el L del S)

«Un roman, c’est un miroir qu’on promène le long d’un chemin», es decir más o menos lo mismo que «Un Relato es un Espejo que se Pasea a lo Largo del Sendero», o sea que viene a ser una de las principales claves para la construcción de este relato de relatos que, cual muñeca rusa, o como juego de espejos enfrentados, trata de resolver el enigma contenido en uno de ellos por medio de otros enigmas contenidos en otros relatos que se pasean a lo largo de senderos que se bifurcan y que se encuentran. Se cuenta que Stendhal tardó 53 días en escribir La cartuja de Parma. Son esos 53 días, uno más de los que se tarda en llegar a Tombouctou desde un lugar indeterminado en el que se encuentra el cartel indicador correspondiente, los que dan título al relato que contiene a los otros en los que se desarrollan, se resuelven, se cuestionan y se vuelven a resolver las tramas de una novela policiaca que no es una sino varias, en las que hay policías, asesinos, muertos, ladrones, tesoros… 

Toda la trama está tejida en torno al descubrimiento de la «verdadera» verdad, o de la «aspera verdad» como habrían dicho Stendhal o Danton, aunque, como todo el mundo sabe, la verdad, nada más aflorar, se aleja. Hay que inventar verdaderos culpables para crímenes falsos, o falsos culpables para crímenes verdaderos. En el fondo es lo mismo. La conclusión a la que llega el lector es que «La realidad es, pues, lo contrario de lo que se cree en un principio; el problema estriba, por tanto, en elegir entre todos los contrarios posibles».

«Perec no pudo terminar su libro, murió mientras lo escribía. Pero quizá esto habría que matizarlo. Desde que hace un año leyera 53 días trato de explicarme el extraño hecho de que el manuscrito, que fue a parar a sus amigos oulipianos Harry Mathews y Jacques Roubaud, fuese hallado prácticamente dispuesto para ser editado. ¿Cómo se explica esto? El manuscrito disponía de una primera y segunda partes perfectamente delimitadas: la segunda estudiaba nuevas posibilidades que tenía la historia policiaca que se narraba en la primera, y hasta la modificaba. Estas dos partes iban seguidas de unas curiosas anotaciones tituladas Notas que remiten a las páginas redactadas, que, aparte de dar un nuevo giro a la vuelta de tuerca que ya había dado la segunda parte a la primera, parecían delatar lo siguiente: no era que la novela de Perec se hubiera visto interrumpida por la muerte y, por lo tanto, se encontrara inacabada, sino que la novela había sido terminada hacía tiempo, pero necesitaba de un contratiempo tan serio como la muerte -que había incorporado Perec ya al propio texto- para quedar completada, aunque a primera vista pudiera parecer interrumpida e incompleta. (…) Cada vez que hojeo de nuevo 53 días, quiero creer que Perec la escribió en realidad para reírse de la muerte. ¿O no es reírse de la arrogante Muerte ocultarle que el autor ha jugado con ella haciéndole creer a esa pobre vanidosa que ha sido su ridícula guadaña la que ha interrumpido 53 días? (Enrique Vila-Matas, Mac y su contratiempo, pp. 246-247)

 

 

sobre la verdad y la mentira

16/05/2017 Comentarios desactivados en sobre la verdad y la mentira

«La verdad y la mentira muestran aspectos que se conforman; el porte, el gusto y el aspecto de una y otra, son idénticos: mirámoslas con los mismos ojos. Creo yo que no solamente somos débiles para defendernos del engaño, sino que además le buscamos convidándole para aferrarnos en él: gustamos embrollarnos en la futilidad como cosa en armonía con nuestro ser.»

Michel de Montaigne, Ensayos, libro III, cap. XI, «De los cojos»

 

«… a veces uno dice lo que cree que es verdad, pero es muy frecuente que se equivoque; el otro dice lo contrario de lo que dice un tercero que dice cualquier cosa; el cuarto dice algo que no se oye y que es repetido por un quinto del que se sabe que hay que desconfiar; el sexto, que se declara febrerista disidente, sostiene haber recibido de Dios una verdad que transmitirá el día en que todos los meses de febrero tengan por fin treinta días; el séptimo calla obstinadamente.»

Georges Perec, 53 días

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