Barra siniestra
19/08/2021 Comentarios desactivados en Barra siniestra
Vladimir Nabokov, Barra siniestra, Traducción de J. Ferrer Aleu, Anagrama, 2021
Edición original: Bend Sinister, Henry Holt and Company, New York, 1947
«I could be bound in a nutshell and count myself king of infinite space»
William Shakespeare, Hamlet, Acto II, Escena 2
(«Aun encerrado en una cáscara de nuez podría considerarme rey del espacio infinito»)
Existen pocas cosas más aburridas que una discusión de ideas generales impuesta por el autor o el lector a una obra de ficción. […] lo que más me gusta es el rumor marginal de este o aquel tema escondido.
Nabokov siempre se opuso a la literatura de ideas. Para él escribir era contar historias y jugar con el lenguaje. Era un puro disfrute que se completaba con el disfrute del lector. Esto no impedía que en sus novelas se planteasen situaciones de la vida real que suscitarían ideas y opiniones en sus lectores… En este caso lo que se aborda, jugando con la tragedia de Hamlet como telón de fondo, son los mecanismos del poder para doblegar y subyugar la voluntad de quienes no están dispuestos a plegarse al mismo.
En esta novela, escrita y publicada más de una década antes que Lolita, ya aparecen las “ninfas”, en referencia a la Ofelia de Hamlet y a diversas mitologías.
Añadió que había pensado que ella tenía al menos dieciocho años, a juzgar por su busto, pero que, en realidad, la pequeña zorra solo tenía quince. Después estaba la muerte de Ofelia. A los sones de Les Funérailles de Liszt, aparecería luchando (o, como habría dicho el padre de otra ninfa, “riñendo”) con el sauce.
Sí, ella fue encontrada por un pastor. En realidad su nombre puede derivarse del de un enamorado pastor de Arcadia. O, posiblemente, es una variación de Alfeios, perdiendo la S en la hierba mojada: Alfeo, el dios-río, que persiguió a una ninfa de largas piernas hasta que Artemis la transformo en un arroyo, que, desde luego, convenía a la liquidez de aquel (v. Lago Winnipeg, ola 585, ed. Vico Press). O también podemos fundarlo en la versión griega de un antiguo nombre de serpiente Danske. La fina y flexible Ofelia de delgados labios, el sueño húmedo de Amleth, una ninfa del Leteo, una rara serpiente de agua, Russalka letheana en términos científicos (evocando los largos mantos de púrpura). Mientras él trajinaba con sirvientas germanas, ella, en un balcón cerrado de su casa, coqueteaba inocentemente con Osric, mientras el viento frío de la primavera repicaba en los cristales. Su piel era tan fina que, con solo mirarla, aparecía en ella una mancha rosada. El raro enfriamiento de un ángel de Botticelli teñía de rosas las aletas de su nariz y desdibujaba su labio superior —ya sabes, cuando los bordes de los labios se confunden con la piel. También era una buena moza de cocina…, pero de cocina vegetariana. Ofelia, la servicial. Muerta en servicio pasivo. La linda Ofelia.
algunos fragmentos:
p. 34:
Se encogieron de hombros, como para sacudirse la carga del conocimiento. Incluso se rascaron la cabeza, curioso método empleado en aquel país con el presunto propósito de aumentar el riego sanguíneo a las células del pensamiento.
p. 62:
En realidad, Clío solo puede repetirse inconscientemente. Porque tiene muy mala memoria. Como ocurre con tantos fenómenos temporales, las combinaciones recurrentes solo son perceptibles como tales cuando ya no pueden afectarnos, cuando están aprisionadas, por decirlo así, en el pasado, que es el pasado precisamente porque está desinfectado. Tratar de plasmar nuestro mañana con ayuda de los datos suministrados por nuestro ayer significa ignorar el elemento básico del futuro, que es su total inexistencia. Confundimos la vertiginosa carrera del presente hacia este vacío con un movimiento racional.
p. 74:
Dejando aparte los documentos legales -respondió Krug-, y aun así no todos, dicho sea de paso, nunca he firmado ni firmaré nada que no haya escrito yo mismo.
p. 87:
… los dispositivos que, de alguna manera nueva y curiosa, imitan la naturaleza suelen atraer las mentalidades sencillas.
p. 103:
Teóricamente, no hay ninguna prueba absoluta de que el hecho de despertarse por la mañana (de encontrarse uno mismo cabalgando de nuevo sobre la silla de montar de su propia personalidad) no sea, en verdad, un acontecimiento sin precedentes, un nacimiento perfectamente original.
p. 133:
Añadió que había pensado que ella tenía al menos dieciocho años, a juzgar por su busto, pero que, en realidad, la pequeña zorra solo tenía quince. Después estaba la muerte de Ofelia. A los sones de Les Funérailles de Liszt, aparecería luchando (o, como habría dicho el padre de otra ninfa, “riñendo”) con el sauce.
p. 134:
Sí, ella fue encontrada por un pastor. En realidad su nombre puede derivarse del de un enamorado pastor de Arcadia. O, posiblemente, es una variación de Alfeios, perdiendo la S en la hierba mojada: Alfeo, el dios-río, que persiguió a una ninfa de largas piernas hasta que Artemis la transformo en un arroyo, que, desde luego, convenía a la liquidez de aquel (v. Lago Winnipeg, ola 585, ed. Vico Press). O también podemos fundarlo en la versión griega de un antiguo nombre de serpiente Danske. La fina y flexible Ofelia de delgados labios, el sueño húmedo de Amleth, una ninfa del Leteo, una rara serpiente de agua, Russalka letheana en términos científicos (evocando los largos mantos de púrpura). Mientras él trajinaba con sirvientas germanas, ella, en un balcón cerrado de su casa, coqueteaba inocentemente con Osric, mientras el viento frío de la primavera repicaba en los cristales. Su piel era tan fina que, con solo mirarla, aparecía en ella una mancha rosada. El raro enfriamiento de un ángel de Botticelli teñía de rosas las aletas de su nariz y desdibujaba su labio superior —ya sabes, cuando los bordes de los labios se confunden con la piel. También era una buena moza de cocina…, pero de cocina vegetariana. Ofelia, la servicial. Muerta en servicio pasivo. La linda Ofelia.
p. 140: (a propósito de Shakespeare)
La naturaleza había producido una vez un inglés cuya cabeza en forma de cúpula había sido una colmena de palabras; un hombre que solo tenía que soplar sobre cualquier partícula de su estupendo vocabulario para que esta cobrase vida y se desarrollase y brotasen de ella trémulos tentáculos, hasta convertirse en una imagen compleja, con cerebro pulsátil y miembros relacionados entre sí.
p. 194:
Dejemos esto bien claro. ¿Qué es más importante resolver: el problema “exterior” (espacio, tiempo, materia, el fuera desconocido) o el “interior” (vida, pensamiento, amor, el dentro desconocido), o incluso su punto de contacto (muerte)? Porque supongo que estamos de acuerdo en que los problemas no existen como tales problemas, aunque el mundo sea algo hecho de nada, dentro de nada hecho de algo. ¿O son también el “fuera” y el “dentro” una ilusión, de modo que puede decirse que una gran montaña se levanta a mil sueños de altura y que la esperanza y el terror pueden plasmarse en un mapa con la misma facilidad que los cabos y los golfos a los que dieron nombre?
p. 194-195:
No somos realmente capaces de medir el tiempo, porque no se guarda ningún segundo de oro en una vitrina de París; pero, hablando francamente, ¿no os imagináis una longitud de varias horas más exactamente que una longitud de varios kilómetros?
p. 198-199:
¿Ocurre esto a todo el mundo? Una cara, una frase, un paisaje, una burbuja de aire del pasado se eleva de pronto como soltada de una celda del cerebro por el hijo pequeño del alcaide de la cabeza, mientras la mente está ocupada en un asunto completamente diferente. Algo parecido a lo que sucede inmediatamente antes de quedarse uno dormido, cuando lo que cree que está pensando no es en modo alguno lo que piensa. O cuando un tren en el que viajan pensamientos alcanza a otro que discurre paralelamente.
p. 231:
Mi nombre es Konkordii Filadelfovich Kolokololiteishchikov.
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